GUADALAJARA.— La calamidad rojiblanca tuvo un certero castigo. Mortales cabezazos de Raúl Jiménez para que el América extendiera sus alas en el estadio Omnilife ante unas Chivas que jugaron la mayor parte del partido con 10 elementos y tuvieron el infortunio de su lado.

Clásico de Clásicos de tonos grisáceos que alcanzó a teñir de azulcrema el joven de moda del americanismo (2-0).

El Guadalajara, mientras, se desmoronaba entre tres lesiones claves y tarjetas polémicas que los dejaron a merced de los Piojo Boys.

América ni siquiera tuvo que mostrar su mejor versión para escalar hasta la tercera posición del Clausura 2013.

Pero con aquel mediocre futbol fue suficiente para derrotar al Rebaño Sagrado,    que se estanca en el undécimo lugar del Clausura 2013 e interrumpe una racha de nueve duelos sin perder.

Jiménez se divirtió ante la debacle rojiblanca que jamás pudo reponerse de las salidas por lesión de Marco Fabián, Héctor Reynoso y Jorge Chatón Enríquez, además de pelear durante más de 55 minutos en inferioridad numérica debido a la expulsión —polémica— de Sergio Pérez, El Cherokee.

Los festejos de la novel promesa azulcrema fueron dedicados a enseñarle a la afición tapatía la playera emplumada como símbolo de la venganza del Clásico anterior (3-1). Los seguidores locales sólo pudieron abuchearlo.

La primera anotación del encuentro vino derivada de un cobro de tiro de esquina que el medallista de oro puso en el ángulo. La segunda fue un anticipo a la zaga chiva que Luis Ernesto Michel no pudo atajar, tras haber sido rematado a quemarropa.

Cuando Chivas pudo competirle a su acérrimo rival, acusó falta de contundencia. Un disparo de Miguel Sabah desviado y un paradón de Moisés Muñoz en los primeros instantes, hicieron lucir a los tapatíos como los mandones del encuentro.

Las Águilas prácticamente no existieron en los primeros 45 minutos. Ni siquiera llegaron a la meta de Luis Michel en la parte inicial.

Ante ese escenario, el árbitro José Alfredo Peñaloza prefirió vivir su propio Clásico.

Lejos de permanecer en el anonimato como mandan los cánones de los silbanetes, comenzó a protagonizar el partido más esperado y caliente del futbol mexicano.

Un minuto de juego le bastó para hacerse sentir. De inmediato, el nazareno mandó el mensaje de su descontrol al amonestar al Cherokee.

Entonces, Peñaloza —a quien Miguel Herrera, cuando era técnico de Estudiantes Tecos, acusó en 2010 de “traer abajo la playera del América”— comenzó un festín de decisiones controvertidas.

Marcaba faltas que no parecían; otras que parecían las dejaba correr. Siete tarjetas amarillas en menos de 45 minutos dejaron ver el nerviosismo del impartidor de justicia. Marcó 22 faltas, 14 cometidas por las Águilas y otras 8 de Chivas.

Y llegó la decisión arbitral que terminó por inclinar el partido hacia el lado amarillo.

En un forcejeo entre Cherokee y Christian Benítez, Peñaloza decidió que, ante la caída del delantero ecuatoriano, el lateral derecho del Guadalajara debía ser expulsado por segunda amonestación.

El duelo se rompió y el América dominó sin problema.

Lejos de su mala primera mitad, el conjunto del Piojo encontró de inmediato la fórmula para no complicarse de más este Clásico de Clásicos.

La primera anotación de Jiménez hizo que Herrera respirara aliviado, con un aplauso, al tiempo que el estadio Omnilife, con mayoría de seguidores del Rebaño Sagrado, se mantenía triste y desangelado.

El Guadalajara se quedó sin reacción y mermado por las dolencias de sus figuras terminó fulminado, con mayor preocupación por evitar una goleada de escándalo que por una búsqueda por el empate.

América vuela hacia la Liguilla y, de paso, le asestó un golpe que puede ser letal a su enemigo más odiado.

Los azulcrema ahora se declaran listos para jugar ante Cruz Azul en las semifinales de Copa, a partir del miércoles.

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