HOUSTON.— Las incesantes gotas de sudor que recorren todo su cuerpo provocan que ellos mismos desprendan esa diamantina que hace todavía más atractivas las seis letras con las que roban cámara en la calurosa tarde texana.

Cinco años después, los Sánchez están completamente adaptados a esa leyenda conocida como “vida americana”, lo que no significa desapego a los cariños desarrollados en La Comarca Lagunera. Tuvieron que partir en busca de mejores oportunidades, pero sus corazones son verdiblancos.

Les agregan intenso carmesí cada que la Selección Mexicana se presenta en una de sus “casas” de este lado de la frontera. Según el más reciente censo de población en Estados Unidos, más de medio millón de mexicanos radican en esta urbe, lo que explica las constantes presentaciones del equipo hoy dirigido por José Manuel de la Torre en el moderno estadio Reliant.

Aunque no siempre es un imán taquillero. Queda claro en el choque con las “Águilas Verdes”. Apenas asisten poco más de 60 mil espectadores, pese a estimarse que más de un millón de nigerianos viven en Houston y su zona conurbada.

Eso explica que haya algunos boletos disponibles, incluso después del silbatazo inicial del estadounidense Baldomero Toledo. Cuestan 30 dólares, baratos para los estándares manejados en la Unión Americana; quizá mucho para ver a un combinado que llega al juego con más de siete meses sin ganar.

Racha ignorada por los Sánchez, quienes tardan cerca de media hora en recorrer un tramo de 400 metros. Desde que salen de su camioneta y muestran las seis luminosas letras que forman la palabra “México”, reciben decenas de solicitudes para posar. Atienden todas, por más que el sudor recorra sus rostros.

Nadie se cansa más que Antonio, pese a no llevar alguno de los luminosos símbolos elaborados con cartulina, pegamento y mucha brillante. La misión del regordete hombre es rehidratar a sus hermanas y primos. Carga una enorme hielera surtida con cervezas y una que otra bebida elaborada con electrolitos.

“Vengo cuidándolos. Hace mucho calor y pensamos que nos daría sed, pero jamás creímos que nos pedirían tantas fotos”, revela, justo antes de que Regina, quien sostiene la “M” le pegue un ensordecedor grito para atrapar su atención.

Genuinos artistas. Exhaustos por la pesada combinación que forman más de 30 grados de temperatura y decenas de peticiones para las instantáneas, aunque siempre sonrientes en el momento de tener frente a sí el lente de una cámara profesional, una casera o simplemente un teléfono inteligente.

El intenso calor y las numerosas gotas de sudor son simples anécdotas. El aire acondicionado del Reliant hace olvidar todo, porque sus enormes letras, ya con menos diamantina, aparecen en la pantalla gigante del estadio durante el festejo del “niño consentido”. No hay duda, estos laguneros se han robado todo… Hasta el afecto de la multitud.

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