RÍO DE JANEIRO.— Lo de ellos no es una “generación dorada” o el glorioso resultado del método aplicado durante años. La magia corre por sus venas, es parte del peculiar ADN que les hace los verdaderos dueños del futbol.

Simple cuestión de genética. Seca explicación a lo ocurrido sobre el césped del estadio Maracaná, cuya nueva era está exenta de los fantasmas que rondaban al antiguo templo del balompié brasileño.

No hubo batacazo. El mundo contempló el despertar del más legendario de sus colosos. El Scratch du Oro dejó en claro la diferencia entre los hechiceros genuinos y aquellos que presumían haber modificado la pronunciación de esa frase que es copyright del pentacampeón mundial: “Jogo Bonito”.

Sólido mazazo a la hasta ayer todopoderosa Furia Roja, reducida a un combinado común y corriente gracias a los nuevos ingredientes que Luiz Felipe Scolari ha añadido a ese brebaje que hipnotiza a todos.

Eso explicó el delirio de los poco más de 70 mil asistentes al inmueble. La selección de Brasil no sólo demostró que la Copa Confederaciones es suya (se proclamó tricampeona)... Envió un aterrador mensaje de cara al Mundial del próximo año, ese que también jugará como local.

La Verdeamarelha saltó al campo herida por los cuestionamientos sobre si ya había entregado la estafeta del futbol show a esa pléyade de genios de bolsillo que gobernaron el planeta durante el más reciente lustro. El problema para los chicos de Vicente del Bosque es que, en esos cinco años, no se habían topado con los inventores del balompié que enamora y llena estadios.

Ese que une magia con sangre fría. Bastaron menos de 100 segundos para que Fred lo comprobara. Al delantero le sobró el hambre que faltó a Álvaro Arbeloa y Gerard Piqué. Cuando Íker Casillas buscó la pelota, el Maracaná ya soltaba el primero de los tres rugidos que harán eterna la noche de ayer.

Jogo Bonito remasterizado con fuerza física e inteligencia para golpear, si es necesario. Los sudamericanos cometieron muchas más infracciones (26) que el campeón mundial (16), pero el amor de Shakira fue quien vio la tarjeta carmín, tras la enésima falta sobre Neymar (68’). El chico confirmó que no todo lo que le distingue es publicidad.

Mostró talento con el obús que venció a Casillas. Faltaba un minuto para el descanso. Juego finiquitado.

El gol del nuevo futbolista del Barcelona llegó poco después de que David Luiz enseñara que la actual Canarinha también obsequia “joyas” defensivas. Pedro ya había superado a Julio César, mas no al corazón del central del Chelsea. Barrida celestial.

Lo de Fred, en el 3-0 definitivo (47’), representó la dignificación de un hombre que buscaba su obra maestra. Ya estaba en la historia por ser quien suplió a Romario el día que El Chapulín dijo adiós al Scratch, pero ayer fue el héroe.

Villanos, casi todos los vestidos de rojo y azul. Ninguno como Sergio Ramos, quien volvió a errar un penalti, por más que lucía como mero premio de consolación.

La historia estaba escrita en favor de los genuinos magos del futbol, los que hicieron añicos la racha de 29 juegos oficiales sin caer que presumía España. Ellos suman 12 victorias en la Confederaciones, el torneo que han ganado más que nadie (cuatro), ese que les permitió redimirse y demostrar que el Jogo Bonito se trae en la sangre, es parte del ADN, no la aplicación de un método para generar futbolistas con calidad.

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