VERACRUZ.— Mientras los pocos aficionados presentes en el estadio Luis Pirata Fuente desahogaban su frustración con un sentido grito de gol, José Luis Sánchez Solá corrió hacia todas las direcciones... Hasta que halló a Óscar Mascorro.
El Chelís imaginó tantas veces el primer gol del Veracruz con él en el banquillo, que no supo reaccionar cuando sucedió.
Igualada (1-1) que supo a gloria a un entrenador que derramó lágrimas de impotencia en el hombro del experimentado defensa central. Tras las victorias del Atlante (2-1 en Morelia) y el Atlas (3-2 sobre el Santos), los Tiburones Rojos necesitaban sumar para no habitar el sótano de la tabla porcentual. Lo hicieron con más ímpetu que buen futbol.
Líber Quiñones saltó de la banca para cristalizar una diminuta parte de las expectativas generadas al ser traído del Danubio uruguayo.
El charrúa le marcó aquel servicio al único hechicero escualo. Incluso en el ostracismo al que se ha confinado por deseo propio, Ángel Reyna es capaz de modificar el rostro de un equipo que se encuentra al borde del abismo.
Servicio preciso, suficiente para dejar al uruguayo frente a Cirilo Saucedo. El resto, trámite (80’).
Explosión colectiva, encabezada por Sánchez Solá, quien relevó a Juan Antonio Luna con el objetivo de mantener al Veracruz en la Primera División. Por ahora lo hace... Con pinzas.
Parecieron romperse durante el primer cuarto de hora, ese en el que Édgar Hernández intentó resistir los furibundos embates de los Xolitzcuintles de Tijuana.
Quedó desarmado en aquella serie de rebotes que culminó con el tanto de Cristian Pellerano (5’). El contención de los fronterizos se perfilaba para ser el héroe. Fue el villano por la expulsión que impulso la reacción local.
Antes de que el volante argentino viera el cartón carmesí (79’), los norteños controlaban el balón y las emociones. El ingreso de Quiñones no dinamitó el área de los dirigidos por el venezolano César Farías.
Pellerano lo hizo con una falta en el primer cuarto de cancha visitante. Doble golpe a los Xolos: se quedaron con un hombre menos... Y esa jugada a balón parado finalizó con el mágico servicio de Reyna.
Fue entonces que Sánchez Solá inició una desenfrenada carrera sin rumbo. Sus Tiburones Rojos empezaron a sentir el fuego que caracteriza al último lugar de la tabla que define el descenso.
Lograron escabullirse cerca del ocaso. Huida in extremis que hizo inevitable el llanto.