La Selección Mexicana irá a Rusia. Por decimosexta ocasión clasificó a la Copa del Mundo, y caminando, pero sin chiste, sin garbo.
Triunfo de apenas 1-0 ante Panamá, un equipo canalero que mereció más y que vio en Guillermo Ochoa a su principal rival. Si no fuera por el meta, el resultado habría sido muy distinto.
Pero se ganó, y ahora Juan Carlos Osorio y sus huestes irán a Costa Rica a tratar de seguir invictos y por esa marca de puntos en un hexagonal. Les faltan cinco y quedan nueve por disputar.
Triunfo insípido que no va de la mano con el logro, pero así los patrocinadores podrán estar tranquilos. Se harán todo tipo de comerciales y se venderán millones de camisetas. La maquinaria se echará a andar, y todo de la mano de Osorio, quien festejó en un palco, al estar suspendido.
Se desperdiciaron 45 minutos sin Hirving Lozano en la cancha, porque en cuanto entró, sin que México mejorara en su juego, por lo menos se encontró el gol.
De inmediato se notó su presencia. Abrió el marcador a servicio de Jesús Tecatito Corona (53’).
Pero después de los minutos de euforia, el conjunto mexicano volvió a la misma intrascendencia de la primera parte, a fallar pases, a no conectar entre líneas, a aburrir.
Lo único entretenido para algunos era el grito “¡Eeeh, puto!”, que no se pudo apagar. Tanto se pudo hacer el 2-0, como Panamá ganar. Así de bipolar fue la Selección Nacional anoche.
Ahora, con la clasificación en la mano, será tiempo de trabajar para mejorar mucho, demasiado, si es que se quiere trascender en Rusia. Ojalá que el tiempo no se desperdicie en cientos de comerciales, ojalá que el tiempo no se vacíe en promesas difíciles de cumplir, ojalá se aprenda del pasado que siempre inicia con esperanza y que siempre termina en desilusión.
México está en el Mundial. En su Copa del Mundo número 16 y séptima consecutiva, racha sin precedentes para el conjunto verde. Pasó la eliminatoria caminando, eso sí, pero sin garbo en su andar, sólo así... pasito a pasito, sin el mayor de los chistes.