GUADALAJARA.— Los técnicos son hijos de los resultados. Es una regla no escrita del futbol, que se mantiene vigente sin importar la época. En el caso de Juan Carlos Ortega, los números son desfavorables: desde que asumió el mando de Chivas, acumula cuatro empates y dos derrotas. Cuatro puntos de 18 disputados y un pobre 22% de efectividad.
Enfrente tiene un riesgo extra. Se aproxima el Clásico Nacional. Se trata de un partido capaz de “revivir muertos”, pero también de agrandar cualquier crisis. Un revés ante América se vuelve doblemente doloroso. La posibilidad de un marcador adverso existe. Pero aunque se diera, el estratega rojiblanco asegura que no piensa renunciar.
El cuestionamiento lo hace titubear. “Es raro… es raro. Son preguntas que digo. No, yo…”, se interrumpe con una sonrisa. “¿Sabes por qué me da risa? Porque es atrevido pensar eso cuando uno trabaja tan profesionalmente”, agrega.
“Lo último que un técnico haría es renunciar, cuando quieres tanto al futbol. Siempre va a estar en tus manos resolver cuando estás aquí y en eso estamos. Pero no, no me ha pasado por la cabeza absolutamente nada porque quiero mucho al futbol”, señala el estratega.