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En la cumbre, América se presentará al Clásico Joven con la artillería más pesada del torneo, con tres triunfos al hilo y el pase a la Liguilla casi amarrado. Cartel perfecto para los azulcremas cuando reten al Cruz Azul como visitantes.
Sin despeinarse, con un juego sobrado y sin mucha oposición, ayer los americanistas le dieron una nueva alegría a su nación. Vencieron al Veracruz 2-0 con goles de Michael Arroyo y Paul Aguilar.
La victoria le da a los emplumados una clasificación virtual a la Liguilla. Accedieron a 26 puntos, que rebasan los 24.6 que en promedio se necesitan para llegar a los cuartos de final, desde que desapareció el sistema de competencia por grupos. Los caprichos de las matemáticas harán que el boleto a cuartos se postergue, mas sería ingenuo pensar que los de Coapa no estarán en la Fiesta Grande.
Antonio Mohamed, El Turco, también está de plácemes. Superó lo hecho en América el torneo pasado. Las unidades que suman ahora sus dirigidos en 11 fechas están por encima de las 25 que logró el certamen anterior en 17 jornadas.
América se acostumbró en sus últimos choques a que Miguel Layún rescatara los resultados, hiciera los goles y se convirtiera en su hombre sensación. Esa dependencia aletargó a los de Coapa en los primeros instantes del partido y se atascó en el juego tirado para atrás del Veracruz.
La amnesia anotadora de los delanteros azulcremas parecía eterna. Lucían perdidos y con ganas de que Laún volviera a ser el héroe, como sucedió en Torreón el viernes pasado. Pero Rubens Sambueza recuperó la memoria: le envió un pase medido a Michael Arroyo, quien cruzó un disparo al 23’. “¡Gol!”, fue el grito que rompió la sequía de la ofensiva águila que duró 473 minutos.
El ecuatoriano festejó su primer gol liguero como americanista. Los Tiburones Rojos jamás dejaron de resguardarse. Era mejor evitar la goleada que tratar de vulnerar a un América que ni siquiera se empleaba a fondo.
Sin tener al Veracruz asediado por completo, la ampliación en el marcador llegó. Oribe Peralta recibió un servicio filtrado de Rubens. El Cepillo sacó al portero Édgar Hernández y envió un centro elevado a Paúl Aguilar.
El zaguero remató y el esférico parecía un globo. Se elevó y tardó en bajar una eternidad. Leiton Jiménez quiso despejar de cabeza. No acertó y el balón se fue a las redes (44’).
Como acostumbra, Aguilar festejó con un estilo sin ton ni son. Daba pasos de baile que simulaban más un ataque epiléptico que una celebración futbolera. Sus compañeros lo veían sonriente. Antonio Mohamed estaba feliz en una banda. El Turco aplaudió que su equipo es superlíder en solitario y domina, por más que Monterrey y Atlas le hayan declarado una perscución por la cima.
Ese chusco bailecito del lateral amarillo simboliza la actual felicidad del americanismo.
De paso, las Águilas mandan un mensaje a Cruz Azul: el sábado, el puntero lo visitará, con toda la intención de derrotarlo en el Clásico Joven.