Ni falta hizo que un club le rindiera honores. La admiración que la afición le demuestra día con día es un homenaje que ha vivido durante 17 años, cuando el ex portero Adrián Chávez decidió colgar los guantes.
Próximo a cumplir 55 años de edad, Adrián Chávez se dice pleno, sin arrepentimientos por dejar el balompié de la noche a la mañana. Un día despertó y simplemente dijo “es todo, estoy cansado”. El americanista que vestía con casaca de Pumas se marchaba por la puerta grande.
“En el ‘99, Hugo Sánchez era entrenador y me invitó a Pumas porque requería un portero de experiencia. Después se fue Hugo y yo tenía aún contrato con el equipo. Al siguiente día que desperté me dije, ‘no más, mentalmente estoy cansado, no quiero viajar, entrenar y hacer nada más que estar tranquilo’. Miguel Mejía Barón toma el equipo [como técnico], dijo que contaba conmigo, pero le respondí que no, que estaba decidido a retirarme”, revela en entrevista con EL UNIVERSAL.
Con una lúcida carrera de 20 años, Chávez Ortiz se consolidó como uno de los mejores porteros del país, donde vio con América su consagración. “Siempre lo he dicho, llegué de la nada y así me fui, acepto que el retiro es un golpe fuerte”.
Hereda trono. Arribar a Coapa y hacerse de un lugar fue para el ex meta uno de los retos más grandes. En la cabaña azulcrema la vara quedó alta con Héctor Miguel Zelada.
“Mi segundo año con las Águilas era una losa grande porque me encontré medios de comunicación, afición, incluso directivos que pensaron que yo no podía con el paquete de la sombra de Zelada, siendo el mejor portero de México y además extranjero, pero empecé a trabajar arduamente y a pulso me gané ser el mejor portero de México, pude ser campeón de Liga, gané un Campeón de Campeones, Concacaf e interamericano, ese 87-88 marca realmente mi consolidación en el futbol y con la Selección”, recuerda con júbilo. “Callé bocas a todo mundo”.
El ex arquero es recordado por su imponente presencia bajo los tres palos. De notable estatura, 1.87 metros, hacían del ex cancerbero una auténtica muralla a la hora de los penaltis. No adivinaba, prácticamente jugaba mentalmente con el rival para hacerlo tirar al lado deseado. Por ello fue clave para que las Águilas volaran con los títulos de Liga en las campañas 1987-88 y 1988-89.
Orgullo herido. Final 90-91, América era perfilaba favorito al título sobre Pumas. Sin embargo, un zarpazo de Ricardo Ferretti destronó la red que tanto presumía defender. “Dolió bastante esa final, Tuca nos anota ese gol en CU que significa el campeonato de los Pumas, sabíamos que 3-2 ganando en el Azteca (ida) y un gol en CU podíamos ser campeones sin problema, pero el 1-0 en contra (global 3-3) fue el trago más amargo”.
Salta a la política. “Al renunciar jugué futbol de playa para divertirme. El futbol no me quería soltar, América me invita a ser formador de porteros, donde me encuentro a Guillermo Ochoa a sus 13 años. Me voy a probar suerte al equipo de Durango, después estuve en Tecos como auxiliar”.
Pero el cambio de juego lo hizo radical al atajar puestos de gobierno.
“Gracias al futbol tenía ya de qué vivir. Estuve en la dirección de deportes de la delegación Magdalena Contreras, donde crecí. Estuve también en la Policía Federal con programas de acondicionamiento físico, terminé la carrera de Derecho. Trabajé en Conade y en la delegación Xochimilco, después tomé la dirección del deporte en Querétaro, en el Municipio de Colón.
“Hoy, políticamente estoy con el Partido Encuentro Social. Es nuevo para mí porque sólo había trabajado en área de gobierno federal y estatal. Ahora estamos buscando una de las diputaciones de la ciudad [de México]. Me siento bien, como cuando comencé a jugar futbol, tengo una carrera muy larga”.
“No extraño el futbol porque el mismo futbol me lo dio todo”, sentencia. “Y América me hizo el mejor portero de México, vivo bien después del retiro”.