Todo comenzó cuando el segundo tiempo acababa de cruzar el ecuador. Mientras los Pumas intentaban empatar el partido ante el Cruz Azul, varios de sus seguidores prendieron chispas que, minutos después, mutaron en incendio dentro de la tribuna que está debajo del pebetero.
Punto más álgido de una tarde tan calurosa como caótica dentro y fuera del estadio Olímpico Universitario.
Los golpes que iniciaron en las gradas se extendieron por los pasillos y llegaron hasta las rampas del inmueble, mientras elementos de la Secretaría de Seguridad Pública intentaban controlar a enardecidos hombres vestidos con camisetas similares.
El problema es que llegaron cuando la trifulca ya tenía más de cinco minutos. La marabunta se fragmentó cerca de las primeras filas del segundo piso. Las agresiones no terminaron, tampoco el riesgo de que alguno de los rijosos fuera empujado y cayera a la planta baja del inmueble, donde centenares de aficionados olvidaron el partido en pos de observar el grotesco espectáculo.
Golpes al frente y el vacío en la espalda, con el choque entre auriazules y celestes como fondo.
La tensión aumentó cuando dos sujetos se balancearon debido a los empujones. Algunos de sus compañeros se las ingeniaron para esquivar las agresiones, ya sea de otros barristas o elementos de seguridad, y tomarlos de la camiseta para evitar que cayeran.
Para entonces, efectivos policiacos y de la seguridad de la Universidad Nacional Autónoma de México se habían metido entre la gente para tratar de controlar la situación. Su presencia elevó la de por sí sofocante temperatura. Algunos de los agresores optaron por tirar derechazos, sin importar quiénes eran los receptores.
Otros aventaron sus pertenencias hacia algunos ‘camaradas’ presentes en la planta baja, donde mucha gente corrió para resguardarse. Varios, debido a la bronca; otros, por los interminables líquidos que les cayeron durante el primer tiempo, cuando el objetivo fueron quienes se metieron a esa zona con playera del Cruz Azul. No tardaron demasiado en ser identificados.
A diferencia de los agresores, porque algunos lograron escabullirse entre la multitud y agazaparse en pasillos o rampas, donde alargaron los momentos de tensión.
El dispositivo de seguridad, supervisado personalmente por altos mandos de la Secretaría de Seguridad Pública y la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, sufrió para controlar a los rijosos, quienes parecieron ofrecer una tregua pocos segundos antes del silbatazo final.
Pero la hicieron añicos cuando abandonaron el estadio. Durante su camino hacia la salida, sectores de los grupos de animación universitarios volvieron a chocar. Los escenarios fueron los pasillos y rampas, en los que hasta volaron algunos envases de cristal. La tensión regresó justo cuando los casi 40 mil asistentes salían.
Algunas mujeres y niños fueron auxiliados para desalojar por rutas improvisadas. Mientras se volvía a controlar la trifulca, el objetivo era que nadie ajeno resultara lesionado.
La SSP-DF informó, mediante un comunicado, que se detuvo a 53 personas en el operativo montado para el encuentro, 28 por las distintas riñas presentadas en el estadio.
Más de 3 mil elementos fueron utilizados para resguardar el orden, pero varios la pasaron mal durante varios minutos, esos en los que fueron incapaces de controlar el incendio que se presentó debajo del pebetero, justo cuando los Pumas trataban de mantenerse con vida.