daniel.blumrosen@eluniversal.com.mx
Terminó su festejo con la presunción de esas dos palabras que pocas veces fueron tan dulces para La Máquina. Roque lleva la insignia azul en el apellido. Santa Cruz que, en pleno 3 de mayo, catapultó a los celestes hacia la Liguilla y dejó con vida artificial a uno de sus rivales más enconados.
Por lo que el guaraní extendió la parte inferior de su camiseta tras recibir innumerables abrazos. Día de fiesta para el ramo de la construcción, coronado por el apretado triunfo (1-0) de ese equipo con origen cementero.
El ‘fichaje bomba’ del Clausura 2015 por fin dio un golpe de autoridad. Fue su cuarto gol en la hoy llamada Liga MX, ninguno tan valioso. Por eso, levantó las manos al cielo tras el silbatazo final del árbitro Roberto García.
Imagen repetida mil veces en la cabecera sur del Olímpico Universitario, donde el sol no pareció tan inclemente. En la tribuna del pebetero, no hubo piedad entre varios seguidores felinos, quienes protagonizaron una batalla campal durante buena parte del complemento. La policía tardó varios minutos en controlar la trifulca.
Abajo, intento de futbol. Arriba, un espectáculo grotesco.
Del que estuvo ajeno el pueblo celeste, ese que ya se siente local en Ciudad Universitaria.
No podía ser de otra manera. El Cruz Azul ha ganado ocho de sus más recientes 10 visitas a los Pumas (un empate y una caída). No pierde en el hogar felino desde hace un lustro.
Dominio que les enorgullece y lacera el espíritu de una afición que ya se alista de cara al siguiente torneo. La fase final es utopía para los Pumas, cuyo ímpetu no alcanzó para reponerse.
“Es un clásico, partido de vida o muerte... Pude terminar una linda jugada colectiva que hicimos, así es que sienta muy bien, sobre todo después de haber fallado un penalti la semana pasada [contra los Jaguares de Chiapas]”, reconoció Santa Cruz. “Nos da ánimos. Aunque la voluntad de trabajar nunca falta, siempre se está mejor cuando se corona con un gol”.
Los azules llegaron al Pedregal undécimos de la tabla. Se marcharon sextos y con buena parte de su orgullo recuperado, tras perder ante el Guadalajara (1-2) y el América (0-1).
Rescataron el último duelo de alta rivalidad en el torneo. Lo hicieron con orden, resistencia física y el sentido de la ubicación de un futbolista que cruzó el Océano Atlántico para hacer eso: definir juegos clave.
La racha cementera sin gol terminó en 289 minutos. Sí, la anotación previa fue de Roque (contra los Tigres).
También acabó la de cuatro éxitos universitarios en casa. Los futbolistas de Guillermo Vázquez no eran superados como locales desde el 22 de febrero (0-1 frente al América).
Nueva decepción para las miles de gargantas frenadas por José de Jesús Corona. Roque elevó la Santa Cruz Azul, mas el guardameta comprobó su gran momento con varias atajadas importantes. La mejor, aquella en la que enseñó toda su plasticidad tras el desvió de Ismael Sosa al cabezazo de Gerardo Alcoba.
Mazazo igual de sólido que el asestado por el depredador paraguayo, quien llegó a la cita después del venenoso servicio de Gerardo Flores (33’). Erró otras dos opciones. No importó.
Luis Fernando Tena estuvo de acuerdo. Para el entrenador celeste, su referente en el ataque “ha ido mostrando muchos avances, conforme va jugando. Había tenido una lesión que lo tuvo mucho tiempo fuera y es obvio que no iba a regresar en el mejor ritmo”.
“Ha ido jugando, hoy [ayer] ya levantó considerablemente respecto a juegos anteriores. También hizo un gran esfuerzo en este clima y jugó 95 minutos, aguantándonos muy bien el balón, que era lo que le habíamos pedido, además del gol”, añadió, satisfecho. “Es una muy buena noticia para nosotros, porque va mejorando en su ritmo”.
Y Roque promete más alegrías, porque “todos los goles son valiosos. Tal vez, por la situación sí [es el más trascendente], pero el de la semana que viene será el más importante”.
Los Cementeros deberán garantizar su boleto contra los agonizantes Leones Negros y los Pumas golear al Monterrey, además de aguardar un milagro disfrazado de carambola.
Contrastante panorama edificado durante el día dedicado al ramo de la construcción, el de la Santa Cruz, insignia que el héroe de la tarde no sólo veneró. La lleva en la sangre.