José Andrés Guardado Hernández (Guadalajara, 28 de septiembre de 1986) no concebía lo que acababa de escuchar, le parecía una broma de su entonces director técnico en el Atlas de Guadalajara, Daniel Guzmán. La realidad es que se trataba del comienzo de una de las carreras más vertiginosas en la historia de la Selección Mexicana.

Tenía 19 años de edad aquella mañana de diciembre de 2005. Ni siquiera había pasado medio año desde su debut en la Primera División. Es por eso que se resistía a creer lo que le comunicaba El Travieso: Ricardo Antonio La Volpe le había llamado al Tricolor para un amistoso contra Hungría. Faltaban unos cuantos meses para la Copa del Mundo Alemania 2006. El chico no quería ilusionarse en vano.

Lo que no sabía es que El Bigotón deseaba observarlo de cerca para comprobar que era ese habilidoso volante que le parecía desde la tribuna o a través del televisor. El Principito no lo defraudó e integró la nómina para la XVIII Copa del Mundo, esa en donde la Selección Nacional llegó en el cuarto lugar en la clasificación de la FIFA, por lo que incluso fue cabeza de serie en el sorteo mundialista; sin duda, otro sueño que pudo cumplirse, tal y como el del joven de la ensortijada cabellera.

“Todo ha pasado muy rápido. Por supuesto que me acuerdo perfecto de mi debut en Selección… Es como si fuera ayer”, comparte el tapatío. “Siempre le estaré agradecido a La Volpe, porque tuvo el valor de jugársela conmigo. No todos lo hacen con un chico de 19 años”.

Hoy, pese a su intermitencia con el Bayer Leverkusen alemán, donde apenas tuvo actividad tras haber sido transferido del Valencia español, es uno de los hombres clave para Miguel Herrera dentro y fuera del lienzo. De los 23 que llevará a Brasil 2014, sólo él (103), Carlos Salcido (121) y Rafael Márquez (120) han rebasado la centena de actuaciones con el representativo.

Es uno de los 11 futbolistas mexicanos que presume tres dígitos en el casillero de partidos jugados como seleccionado nacional. Alcanzó la mágica cifra el 5 de marzo, contra Nigeria. Fue a los 27 años. Nadie lo ha hecho tan joven y todo fue por aquella confianza en su talento, cuando aún no cumplía ni siquiera las dos décadas de vida.

“Las cosas se han ido dando y hoy me encuentro muy contento, satisfecho con lo que he logrado, pero quiero más”, advierte. “Siempre será un orgullo jugar con la Selección, sea cuál sea el partido”.

Copyright de un chico con una carrera tan veloz como lo es él mismo. Fue el “arma secreta” de La Volpe en los octavos de final ante Argentina. No había jugado minuto alguno en el máximo evento futbolístico del planeta, pero el estratega sudamericano consideró que su habilidad, combinada con el desconocimiento que tenían del jalisciense, haría que los desquiciara. Acertó. El problema es que una lesión le sacó de la cancha.

Asignatura pendiente del Principito. Sudáfrica 2010 debía ser el Mundial de su consolidación, mas Javier Aguirre le confinó al ostracismo de la banca. Jugó unos cuantos minutos, muy pocos para alguien que era considerado pilar en el equipo; incluso salía de cambio cuando menos se esperaba que lo hiciera, dado que era un elemento de desequilibrio en favor del Tri.

“La verdad es que no le guardo rencor al Vasco; de hecho, nos llevamos muy bien”, revela. “Cuando estaba en España, nos saludábamos y conversábamos un poco cada que nos enfrentábamos”.

Pero la herida aún no termina de cicatrizar. La única forma es con la titularidad durante Brasil 2014. A diferencia de hace ocho años, esta vez, se trata de uno de los futbolistas más experimentados en el grupo, para quien volver a ser suplente a la hora cero sería un mazazo.

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