Ahí, postrado en la cama de un hospital vallisoletano, Cuauhtémoc Blanco recibió el impulso que necesitaba para salir adelante de la lesión más grave que ha sufrido.
Acababa de ser operado, tras la fuerte barrida que le propinó el trinitario Ancil Elcock, durante el partido eliminatorio del 8 de octubre de 2000. El resultado fue catastrófico: lesión en el menisco interno, rotura del ligamento cruzado anterior y pequeña fisura en el menisco externo de la rodilla derecha.
Tenía unos cuantos meses en el balompié español. Parecía el abrupto final de una carrera que prometía mucho. Al final, se cumplió.
“Fue complicado, muy difícil. Muchos decían que ya era mi adiós en el futbol, porque fue una lesión muy grave, pero gracias a Dios y al esfuerzo, dedicación, a los doctores del Valladolid, quienes me dejaron bien de la rodilla; el doctor Joaquín Ledesma, aquí en México, gracias a Dios quedé bien”, rememora, orgulloso. “Es fuerza de voluntad, luchar y ser constante”.
Proceso que duró ocho tortuosos meses, en los que no pudo mostrar a plenitud la calidad que sedujo al club que le dio la oportunidad de emigrar a Europa.
Uno de los más severos golpes en su carrera, pero el ídolo afirma no odiar a aquel jugador caribeño.
“Por algo pasan las cosas. Nunca había tenido una lesión y me pasó”, atina a decir. “A lo mejor, son momentos... Es el destino que tiene Dios, porque pienso así”.
“A lo mejor, me tocaba a mí. Si no me hubiera pasado, tal vez hubiera triunfado en España, pero no tengo nada de qué perdonarlo”.
Postura que no modifica ni cuando realiza el doloroso viaje al pasado.
Blanco recuerda los días más oscuros de su carrera, esos en los que conoció la verdadera soledad.
“Sufrí mucho”, comparte, con un nudo en la garganta. “La pasé muy mal durante tres meses en España, solo. Fue complicado, pero con lucha y mentalidad salí adelante de esta lesión”.
Lo que no pudo evitar fueron las secuelas. No tuvo la misma velocidad.
“Es normal... Y, cuando pasan los años, igual la pierdes, pero llegas a una cierta edad, en la que tienes que meterte al gimnasio”, diagnostica. “Siempre le digo a los chavos que lo hagan”.
“No me gusta hacer brazo, pero sí hago mucho de piernas y, por eso, me he mantenido [en forma]”.