Prácticamente todos se desplomaron en cuanto se escuchó el que podría ser su último silbatazo como futbolistas de Primera División.

Los Gallos Blancos se mantenían con vida artificial, pero Mario Osuna y Sergio García terminaron con el drama en el mismo primer tiempo.

Una desconcentración bastó para aniquilar la utopía. El defensa central techó a su guardameta y dejó a Félix Borja en el umbral de la gloria. Lo demás, simple rutina para el goleador de ébano poblano (38’).

El Querétaro deambulaba sobre la apenas perceptible línea que divide a la esperanza de la crueldad, por lo que el resto sólo fue una conmovedora muestra de amor propio, cortesía de jugadores y afición, más allá de que los instantes finales fueron apoteósicos, con el local guiado por el corazón y el visitante apegado al contragolpe, arma predilecta de Manuel Lapuente.

Todos sabían, incluso antes de iniciar, que el partido de anoche no era más que un trámite. Once goles era una diferencia abismal, incluso en los sueños. Por eso, las lágrimas aparecieron desde el primer minuto.

El verdadero objetivo era disfrutar los últimos 90 minutos de una aventura que se prolongó durante cuatro años, cuyos últimos seis meses se caracterizaron por la fe que despertó un grupo con temple de acero.

Amarga derrota (2-3) para Ignacio Ambriz y sus hombres. Estaban conscientes de que no lograrían la histórica goleada, pero querían marcharse con una diminuta satisfacción. La Franja despedazó sus anhelos, tal como lo hizo el domingo pasado, cuando garantizó su permanencia con un agónico tanto de Jonathan Lacerda.

Script similar al que anoche se interpretó en el estadio La Corregidora. Pese a que tres mágicos minutos les permitieron igualar a dos goles el marcador, aquel penalti cometido por Dionicio Escalante hizo añicos la última ilusión queretana.

Matías Alustiza no tuvo piedad de un equipo ya sin vida (79’) y decretó el valioso triunfo para los Camoteros, quienes volverán a tener problemas porcentuales el siguiente año.

Enésimo esfuerzo inútil para los Gallos Blancos. Terminarán la fase regular en zona de Liguilla, pero el tercer descenso en su historia les privará de jugar la Fiesta Grande.

Detalle que poco importó a los gladiadores que ayer fueron vencidos por el eficaz Puebla y los despiadados sentimientos. Empatar no les servía, mas lo intentaron.

Triste comunión con un público que no dejó de alentarlos, ni siquiera cuando los Camoteros clavaron cada una de las tres dagas que sólo oficializaron la muerte queretana.

Ambriz y Wilberto Cosme levantaron a varios futbolistas. Les pidieron levantar la cara y acercarse hacia esa tribuna embriagada con la peculiar combinación que forman la tristeza y el orgullo. “¡A donde quiera que vayas, iré contigo!”, retumbó en un escenario que, otra vez, tendrá que ver al máximo circuito como un simple anhelo.

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