David Cabrera se llevó las manos al rostro. Hizo una rabieta que se elevó al cielo contra su persona por haber sido el causante de un empate para Pumas que tuvo un fuerte olor a derrota. El mediocampista estaba avergonzado por haber sido quien fastidió un partido que estaba ganado y en la bolsa por los felinos.

El encuentro se acababa. Los últimos segundos estaban por consumirse con el marcador 2-1 a favor de los universitarios. Cabrera tenía el balón cerca de la mitad del campo, lo retrasó sin sentido y su trazo sirvió como un pase filtrado a Matías Alustiza, quien se quitó a Alejandro Palacios. El portero auriazul lo derribó y el silbante marcó penal. Carlos Sánchez lo convirtió con un disparo al ángulo y le arrebató la igualada a Universidad (93’).

El joven canterano sintió culpa. Abandonó el estadio Olímpico Universitario sin querer hablar, cabizbajo y en soledad, tras el empate final 2-2 ante Puebla.

Pumas parecía otro con respecto al conjunto que fue sotanero en el Apertura 2013. El Apertura 2014 pintaba de una mejor manera. Los auriazules corrían, mordían, mostraban actitud, nuevos tiempos se asomaban en CU.

Una vez removidos los escombros de la oscura era de Alberto García Aspe como Vicepresidente Deportivo, Universidad comenzó de una inmejorable manera el torneo. Los engranes funcionaban, ninguno de sus elementos se notaba incómodo. Los felinos dominaban a placer al cuadro de La Franja, que no mostraba oposición.

Muy pronto, Martín Bravo se encontró con un penalti que hizo válido a la perfección (18’). A falta de 10 minutos para el descanso alcanzó a desviar un tiro de Martín Romagnoli para ampliar la ventaja.

Los aficionados felinos disfrutaban con el resultado que obtenía su equipo, el cual parecía poner fin a un ayuno de victorias en casa que ya se extendió a 10 juegos, luego del empate puma de ayer.

Pero no, la alegría se transformó en una fría y cuel amargura. En los segundos 45 minutos, Pumas volvió a ser ese equipo gris, sin idea, como si se hubiese mantenido esa inercia que lo colocó como el peor equipo del futbol mexicano en la temporada anterior.

El técnico de los Pumas, José Luis Trejo, hizo los cambios. Sacó a Daniel Ludueña, quien estuvo activo los primeros 20 minutos después para desaparecer; también a Javier Cortés y a Bravo. Ingresaron Daniel Ramírez, Leandro Augusto e Ismael Sosa para hacer su presentación como refuerzo felino.

Poco a poco el equipo capitalino se replegó. Puebla aprovechó el conformismo local. El público presente comenzaba a dudar, el apoyo bajó y los enfranjados descartaron cualquier tipo de rendición, más cuando Alustiza descontó al 90’.

Ese ímpetu le sirvió al Puebla para empatar por la pena máxima, tras la falla de Cabrera.

Ese dramático error del mediocampista felino le costó a su técnico ser insultado por los seguidores de su equipo cuando iba rumbo al autobús que lo sacaría de Ciudad Universitaria.

Trejo, ante los reclamos, sólo subió al vehículo, desencajado, triste, abrumado porque su equipo regaló una igualada en casa cuando el partido estaba ganado. Tenía un semblante de derrota.

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