Salvador Reyes estaba incontrolable. Furioso, el auxiliar técnico de Luis Fernando Tena, laceró sus cuerdas vocales con los regaños a Gerardo Flores. Un despiste del lateral derecho del Cruz Azul, acababa de abrir las puertas del empate (1-1) para el Alajuelense.
Bochornosa presentación de La Máquina en la Liga de Campeones de la Concacaf. Tercer “papelón” como local en 18 días.
Da lo mismo si es el certamen local o uno internacional, los Cementeros del semestre anterior, esos que gobernaron la fase regular del Clausura 2014, fueron sustituidos por un grupo de impostores, incapaces de dinamitar las áreas contrincantes.
Porque el gol de Christian Giménez se debió al arrojo de Marco Fabián, a quien un segundo de lucidez, le bastó para marcar diferencia. El problema es que ni él mismo se dio cuenta. Su malabar cerca de la portería visitante provocó que el defensa Porfirio López cortara el viaje del balón con el brazo derecho. Penalti inobjetable, convertido en gol por El Chaco (54’).
Líder futbolístico y moral de los celestes, Giménez no dejó que alguien se acercara al esférico. Quería protagonizar el primer grito de gol, en el inmueble, durante el semestre.
Pero hasta en eso hubo drama. El meta Patrick Pemberton adivinó que la pelota iría a su costado izquierdo. La potencia le venció.
Gol que parecía el desahogo a las penas cruzazulinas... Hasta que la soberbia traicionó al Jerry en aquel pelotazo al área local. Cuando el zaguero intentó reaccionar, el volante Álvaro Sánchez ya había servido a Armando Alonso.
La “malaria” azul se extiende. También, el gozo del Alajuelense en México. El año pasado eliminó al América en la fase grupal y ahora puso contra las cuerdas a La Máquina.