Las pasiones se desbordaron. La gente que por más de tres horas esperó la llegada de la Selección Nacional Mexicana, no aguantó más y dio portazo en el hotel de concentración, con la idea de estar cerca de los futbolistas.

Las calles aledañas a un hotel del sur de la ciudad de San Luis, estaban pintadas de verde, llenas de aficionados con ansias de gritar, tomar fotos, de estar con su equipo nacional.

La Selección llegó con una hora de retraso, culpa del avión, del tránsito de la ciudad potosina. La gente en ese tiempo no dejó de cantar, no dejó de vitorear, no dejó de ilusionarse con lo que al final no fue.

Se acercó el camión del Tricolor por la puerta trasera. Se metió hasta cerca del elevador y los jugadores uno a uno bajaron sin prestar atención a la gente que los miraba a cerca de 50 metros de distancia.

Se perdieron sin un saludo. Y entonces la frustración comenzó a apoderarse de la gente que había esperado todo ese tiempo. Ni siquiera pudieron verlos de cerca, la ilusión se perdía y comenzaban a generarse otro tipo de ideas, como la de colarse al hotel, como se pudieran.

Parecía que todo terminaría ahí, pero no. Mientras Juan Carlos Osorio y Héctor Herrera daban conferencia, la puerta principal del hotel fue violentada por algunos aficionados que empujaron a la seguridad y la abrieron de par en par. La vigilancia fue insuficiente, el primer cerco fue roto.

Pero la gente del Tri estaba en el primer piso, y en el salón de conferencias sólo se escucharon los gritos de emoción y algunas porras. La turba fue detenida antes de que subieran las escaleras que los hubiera llevado directamente al salón donde estaba el técnico nacional.

De todo gritó la gente a los elementos de seguridad que pidieron apoyo para desalojar el hotel, para lo cual pasó más de una hora.

Todavía se quedaron afuera, en la calle, con la ilusión de ver a algún jugador asomarse por la ventana, o que alguien bajara al lobby, lo que al final... sólo fue una ilusión.

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