Aquella noche del miércoles 17 de agosto de 2005, cuando Benjamín Galindo vio que la llamada recibida era de Néstor de la Torre pensó que se trataba de una simple charla laboral. Jamás imaginó que estaban a punto de despedirlo del club de sus amores.
Jorge Carlos Vergara Madrigal (Guadalajara, 3 de marzo de 1955), dueño de las Chivas, no había tolerado que el ‘Maestro’ se opusiera a que Adolfo Bautista realizara un viaje a la ciudad de México para acompañarlo en el programa ‘Otro Rollo’, donde pagó una apuesta al grupo Molotov, tras la derrota de los tapatíos frente a los Pumas (0-1). Tampoco le agradó que no fuera a la presentación de la moneda conmemorativa por el centenario del club, efectuada en el Ayuntamiento de la capital jalisciense. En ambas ocasiones, el timonel se justificó con el programa de trabajo semanal.
Insuficiente para el empresario, a quien no importó que Galindo hubiese renovado su contrato unos días antes, además de que el Rebaño Sagrado venía de una electrizante voltereta frente al Atlante (3-2).
Se aseguró que el ex volante no comulgaba “con la filosofía de Chivas”. Una de las tantas decisiones inexplicables tomadas por Vergara durante los poco más de 12 años que suma en el futbol mexicano.
Hombre de recia personalidad, firmes convicciones, amplia visión empresarial y facilidad de palabra, Vergara ha marcado diferencias en la hoy llamada Liga MX, debido a algunas innovaciones y a la ‘sui géneris’ manera de operar a uno de los clubes con mayor arrastre popular.
Siempre acompañado de una botella de los productos Omnilife y sin calcetines, es un ejemplo de tenacidad, aunque también de decisiones arrebatadas. No le ha quedado más que retractarse de muchas.
Como la de dejar ir a José Manuel de la Torre, único entrenador que le ha dado un título de Liga (Apertura 2006).
Menos de un año después de dar la vuelta olímpica en el estadio Nemesio Díez de Toluca, el ‘Chepo’ fue cesado del conjunto rojiblanco por resultados negativos en el certamen local y la Copa Sudamericana. Pocos estrategas lograron darle estabilidad a un equipo que todavía no libra por completo la terrorífica posibilidad de pertenecer a la Liga de Ascenso.
Para el Clausura 2009, Omar Arellano entró al quite, en lugar de Efraín Flores, con quien el Rebaño Sagrado perdió sus últimos tres juegos de Liga. Se aseguró que el proyecto era a largo plazo, pero sólo duró 270 minutos.
De manera sorpresiva, con sólo cuatro jornadas por disputar y el Clásico de clásicos a unos cuantos días, se nombró timonel a Francisco Ramírez, quien había sido auxiliar en el Tricolor, aunque no tenía experiencia como máximo responsable de un banquillo en la Primera División.
Vergara fue blanco de críticas, no le importaron. Se mantuvo firme y apegado a ese explosivo ‘modus operandi’ que le caracteriza.
Forma de ser por la que sorprendió, hace poco más de un año, la llegada de Ricardo Antonio La Volpe, con quien tuvo diferencias en la etapa del ‘Bigotón’ al frente del Tricolor.
Dijo estar seguro de que era el hombre adecuado para acabar con la crisis rojiblanca... Hasta que se destapó la supuesta “conducta inapropiada” con Belén Coronado, podóloga del club.
Enésima problemática para un hombre arrebatado, acostumbrado a dar golpes sobre la mesa, ya sea con acciones o palabras.
Como en 2008, cuando asistió al estadio Hidalgo acompañado del entrenador holandés Ronald Koeman. Se especuló que sería el sucesor de Flores. Las Chivas perdieron (2-5) y el propietario llamó a los jugadores “niños cague...”. Tiempo después, los criticó por defender “un mugroso gol”.
Rasgos de un hombre que no tolera un “no”... Lo sabe Galindo.