Volvió a su banca encolerizado, con la boca ardiente y el corazón exprimido… Devastado. Apenas habían transcurrido tres minutos de aquellos errores de Carlos Salcido y José de Jesús Corona, cuando Diego Reyes lució como niño ante Carlos Costly, autor del mortal tanto (66’) que significó el segundo “Aztecazo” (1-2).

Es por eso que José Manuel de la Torre se derrumbó en cuanto el balón superó el lance del arquero tricolor. Ironías del futbol, el hijo de una mexicana tiene a la Selección Nacional fuera de los tres puestos que otorgan boleto directo a la XX Copa del Mundo en Río de Janeiro.

Papelón consumado en tres minutos, pero construido durante esa media hora gobernada por el combinado de Honduras, frente a la atónita mirada de 90 mil espectadores.

Costly jamás ha negado su sangre mexicana… Mucho menos su amor catracho. Resbaló jubiloso por el húmedo césped del Estadio Azteca, mientras el Monstruo de 100 mil cabezas soltó lágrimas de sangre, tan incesantes como la lluvia que azotó el inmueble durante todo el partido.

Frustración externada con el sonoro “¡Fuera Chepo, fuera Chepo!” que retumbó tras el silbatazo final del panameño Roberto Moreno. Con tres partidos por delante, da la impresión de que la vía más cercana a Brasil está en el auténtico fin del mundo. Nueva Zelanda, monarca de Oceanía, es la opción viable, mediante una penosa reclasificación.

Tanto como la demostración de los segundos 45 minutos. De equipo intenso, entregado y solidario al regreso a ese combinado que deambula sobre el lienzo verde, víctima de sus propios miedos.

Los 300 minutos sin anotar en el “Coloso de Santa Úrsula” fueron aniquilados con 300 segundos de ímpetu. Más de 80 mil gargantas explotaron con el añorado grito de gol cuando Giovani dos Santos ni siquiera se deshacía del balón. El resto, una de las definiciones más sencillas en la carrera de Oribe Peralta (5’).

Lo demás fue un burdo espectáculo para los aficionados, glorioso para los que llegaron de Honduras, seducidos por la idea del “Aztecazo”.

De la Torre y los 14 que se pusieron anoche la camiseta nacional ya son parte de un capítulo tan negro como el uniforme que portaron. Se vistieron conforme a la ocasión: de luto.

Los ingresos de Javier Aquino y Javier Hernández fueron síntomas de desesperación. El Tricolor se suicidó. La soberbia fue su pecado.

Los catrachos celebraron el hito construido gracias a las anotaciones de Jerry Bengston (63’) y Costly (66’)… Con las colaboración de hombres con blasones como Corona, Salcido y Reyes.

Hasta el cielo lloró la derrota.

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