Estuvo en el lugar y en el momento indicado. Ningún jugador que haya vestido la casaca cementera en los últimos 15 años ha gozado más que Juan Máximo Reynoso, el último hombre vestido de azul en levantar una copa de campeón. Había una vez... hace 15 años.

“Sí, yo empecé como capitán —recuerda el peruano, que jugó por ocho años con Cruz Azul—. Carlos [Hermosillo], era el capitán número uno, pero no inició por el desafortunado incidente [se fracturó las costillas, fue operado y esperaba, con una protección, entrar al juego]. Cuando nos dieron el trofeo, Carlos estaba siendo atendido”.

Así que todo quedó en las manos del Cabezón: “Sí, soy el último, pero estoy seguro que muy pronto [Gerardo] Torrado, [Christian Giménez] o Chuy [J.J. Corona], lo volverán levantar”.

Había una vez... hace 15 años, del más reciente título de Cruz Azul.

El domingo 7 de diciembre de 1997 fue la fecha que se quedó marcada y señalada ya no por el gozo, sino por los constantes fracasos que se han sucedido en todo este tiempo. Porque es verdad, La Máquina, en todo ese lapso, ha rozado el título en cuatro ocasiones; algunos se conformarán con haber estado tan cerca, mas la realidad es que un equipo de los llamados “grandes” no puede darse el lujo de ser el “ya merito” y la burla del torneo durante 15 años.

“Podemos buscar pretextos, culpables y demás. Pero el futbol, al final, siempre premia las cosas que uno hace”, dice Reynoso, convencido de que pronto todo esto se revertirá.

“Hay tarea pendiente, pero hay plantel para lograrlo. Si todos estamos convencidos de que podemos, y no hablo sólo de los que jugamos, sino también de la parte técnica y la directiva, seremos invencibles”, señaló.

“Lo que me agrada —agregó— es que a pesar de los años sin logros, la camiseta y el estadio [Azul] pesan. Veo a otros equipos que en una cancha muestran una cara y cuando vienen aquí, les pesa indudablemente, eso augura buenas cosas. Ojalá que dentro de poco podamos ratificar en la cancha todo lo que decimos”, manifiesta el DT del Cruz Azul Hidalgo en Liga de Ascenso.

La tarde más feliz

La memoria lo traslada hasta esa tarde de 1997, “una de las más felices de mi vida. Venía dolido. Un mes antes, mi selección [Perú] había sido eliminada del Mundial [de Francia 98]. Si empatábamos con Chile estábamos dentro, pero no. El título me levantó el ánimo”.

El torneo regular “fue relativamente tranquilo, lo jugamos bien. A las finales llegamos muy equilibrados en lo físico, en lo táctico. Eran los primeros torneos en el estadio Azul y la gente se identificó rápido con el equipo”.

Llegó aquel 7 de diciembre, el día de la final. “Carlos, nuestro referente, estaba fracturado y yo también, de la muñeca. Es curioso las pruebas que te pone la vida. Me fracturé en la eliminatoria y días antes de la Liguilla me operaron. Prácticamente jugaba sin entrenar, por eso de la anestesia. Salía del hospital a la cancha. No sería nada fácil, pero el grupo era muy unido. Gente madura como Lupe [Castañeda], El Ruso [Héctor Adomaitis] y Benjamín [Galindo], quien nos dio ese toque de talento, con los jóvenes como Omar [Rodríguez], Paco [Palencia] y El Conejo [Óscar Pérez]”.

Los minutos finales de aquel juego en León, son los que más recuerda. “Vino la expulsión de Lupe [Castañeda], nos empataron y pudimos aguantar. En el tiempo extra, Palencia falló una... y ahí vinieron los fantasmas, si no metíamos esa... pero vino esa jugada, la que todos saben [el penalti de David Comizzo sobre Hermosillo] y Carlos, con la categoría que tenía y tiene, nos lo dio”.

Sí, Carlos Hermosillo les dio el trofeo, pero él, Juan Reynoso, lo levantó. Había una vez, hace 15 años, un equipo grande que ganaba títulos.

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