PASADENA.— José Manuel de la Torre se refugia en su banca con el rostro duro de siempre ante la derrota. En cuanto sale de ese sitio, una lluvia de insultos y proyectiles le da a entender la vergüenza de la afición a la Selección Nacional por caer 1-2 ante Panamá.

Tricolor hecho pedazos que no encuentra la forma de rehacerse. Una Selección mayor que en cualquiera de sus versiones, con los nombres que le integren, mantiene esa inercia que apunta hacia los fracasos y derrotas humillantes.

La caída en el debut de México en la Copa de Oro tuvo la clemencia de los canaleros. Los panameños obtuvieron una victoria (la primera sobre el Tri en su historia) raquítica para lo que fue el partido.

Una zaga mexicana confundida, con errores pueriles que nunca encontró el rumbo para hacer la labor por la que está creada.

Joel Huiqui perdido y sin liderazgo. Jair Pereira permitía que la pelota botara en su área. Israel Jiménez era una autopista de libre tránsito, donde ni siquiera cobraba el derecho de pasar con una falta.

No quedaron más evidenciados los defensores tricolores, sólo por la mala puntería de los delanteros de Panamá. Aun así, les bastó para triunfar ante un Tri sin respuesta, carente de garra y la creatividad, en el olvido.

Muy temprano, el desmoronamiento de la Selección Nacional se dio como una premonición de lo que sería el encuentro.

Una falta derivada de una mala marca por la banda izquierda; Raúl Jiménez, como delantero que no aprendió jamás el oficio de robar un balón sin falta, trompicó a Alberto Quintero en el área. Penalti.

Y luego, gol desde los 11 pasos de Gabriel Torres. Los verdes, abatidos desde el minuto seis de acción, sin encontrar consuelo ni la mínima sensación de recuperación.

Pero el futbol también ha basado su jerarquía como el deporte más popular del mundo en la injusticia. Panamá era mucho más, con el partido controlado e incluso tuvo para el 2-0 y también perdonó la goleada a su favor, apenas en 45 minutos.

Entonces, Israel Jiménez puso un trazo preciso, justo antes del descanso, para dejar solo a Marco Fabián. El talentoso del Guadalajara controló y empató el duelo.

Festejo inmerecido y hasta incrédulo, pero que demostraba el potencial de la Selección Mexicana.

Lejos de emprender la furiosa embestida para revertir el marcador. México volvió a la rutina en la que se encuentra entrampado. El segundo tiempo, el Tri tuvo los mismos malestares que le achacan.

Esta vez, los canaleros hicieron lo suyo más rápido con un centro desde la izquierda y un remate excelso a primer poste con los tres dedos de Gabriel Torres: 2-1 que se mantuvo lapidario hasta el final.

Los brazos alzados de los centroamericanos creaban una herida punzante en los tricolores. Nada pasó a favor de México.

El último silbatazo llegó. José Manuel de la Torre salió de su refugio, la banca, rumbo a los vestidores del Rose Bowl acompañado por el repudio de la tribuna, que también en Estados Unidos grita el ya clásico: “¡Fuera Chepo, fuera Chepo!”.

Su equipo, en la ignominia, triste, cabizbajo, no levanta. Derrota humillante ante Panamá en la Copa de Oro.

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