A él tendría que hacerle justicia la Revolución o, en este caso, El Piojo Miguel Herrera. De no ser por Raúl Jiménez la Selección Mexicana no estaría ahorita en la Copa Mundial de Brasil 2014. Así de claro.

Un remate suyo de chilena, impensado, contra todos los “fantasmas” y los “Aztecazos”, terminó en las redes panameñas.

Ese golazo, de espaldas al marco, sin tiempo para nada y con la calculadora en la mano, alivió a México para que al menos inclinara la balanza en el último tramo de la eliminatoria de la Concacaf.

Después los gringos nos echaron la mano, precisamente frente al mismo rival canalero. Y todos se olvidaron que Raúl impactó en el rescate de lo que hubiera sido el peor ridículo en la historia del Tri.

Quizá por eso está allá, en Brasil, muy a pesar de que como muchos otros seleccionados verdes ha perdido la memoria frente al marco.

Hoy todo indica que iniciará la máxima justa balompédica desde la banca. Miguel Herrera le ha perdido la confianza y tanto Oribe Peralta como Giovani dos Santos le llevan ventaja en el último tramo, antes de que arranque la competencia.

Mas algo habrá que creerle a este artillero, cuando ha sido capaz de levantar trofeos a granel. En mayo de 2012 formó parte del equipo monarca que se llevó todos los honores en el Torneo Esperanzas de Toulón. Le anotó uno a Holanda en semifinales y su participación fue clave, como titular de aquel equipo.

Meses después concretaría el sueño de todo mexicano, al ser parte del grupo ganador de la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, a costa de Brasil, en la final del certamen.

A nivel de clubes su currícula es atractivo. Ha sido campeón con el América en el Clausura 2013.

Goleador y elemento vital en la conquista del título bajo la dirección técnica de Miguel Herrera, entonces estratega azulcrema, Raúl es un “as” bajo la manga del Piojo.

Alguien de su entera confianza y que podría consumar otro milagroso rescate, como el que sacudió las redes del Coloso de Santa Úrsula en la recta final de la eliminatoria, cuando la fe se había extinguido y los reclamos y reproches se escuchaban en cada rincón.

Jiménez ha crecido, porque ha creído en sí mismo. Por encima de un equipo, como el América, acostumbrado a impulsar a delanteros foráneos, se ha sabido apoderar de la titularidad.

Hoy es multicampeón e integrante selecto de una generación de futbolistas con mentalidad ganadora, blasones que nadie podrá quitar aún ante la falta de memoria que hoy mismo lo golpea a él.

Mas en cuanto la recupere, Raúl Alonso será capaz de soñar nuevamente con algo impensado, con un mérito que no pueda ser demeritado, con un trofeo que no logre ser destruido y un golazo que forme parte de la evocación popular.

Si esto sucede, quizá entonces El Piojo recuerde que este muchacho pateó el balón de espaldas al marco, aún contra el creciente pesimismo que embriagaba a la multitud azteca, y que el esférico ingresó a la portería para devolver la esperanza mundialista, a la que hoy todo mundo se ha colgado, a costa de la fe de un goleador olvidado.

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