SANTOS.— Todo comienza 20 minutos antes de la hora en la que el Tricolor tiene planeado abandonar su hotel de concentración para dirigirse al entrenamiento en las instalaciones del Club Santos.
Por indicaciones de autoridades de la Federación Mexicana de Futbol, el conductor del autobús que proporcionó la Federación Internacional de Futbol Asociado (FIFA) lo enciende… O intenta hacerlo. El objetivo es que, en cuanto suba el último integrante de la Selección Nacional, inicie su marcha.
Mas no puede echarlo a andar. Tras una vertiginosa revisión, se diagnostica que el problema está en la batería, la cual se descargó. Es entonces que inicia el verdadero caos para los integrantes de la escuadra nacional.
Personal de logística asignado al representativo mexicano ofrece repararlo en no más de dos horas, pero la sesión ya está programada, además de todas las actividades en el resto del día. No hay unidad para llevarlos a todos juntos, así es que se recurre a los taxis.
El encargado de la seguridad tricolor detiene a cuatro vehículos en la puerta del hotel, segundos antes de que los futbolistas comiencen a abandonar el lobby. Les indica a dónde los llevará y le promete que su servicio será remunerado en el destino, sitio al que se adelanta personal administrativo del equipo para recibirlos.
Los choferes, asombrados, atinan a asentir e inician la marcha. Un taxi es abordado por Rafa Márquez, Marco Fabián y Héctor Herrera, quienes ingresan a la parte trasera. Alfredo Talavera funge de copiloto.
“Se nos encogió el camión, jajajajaja”, publica El Káiser de Michoacán, en su cuenta oficial de Twitter (@RafaMarquezMX), acompañado por una imagen del chusco momento de cara a su segunda práctica futbolística en el puerto brasileño.
Javier Aquino, Miguel Ponce, José Juan Vázquez e Isaac Brizuela comparten otro taxi. El Piojo también se va un vehículo de transporte público. Eso sí, en el único asiento delantero disponible. Uno de sus acompañantes es Diego Reyes.
La confusión es reflejada con risas. Además de media docena de taxis, es utilizada una camioneta de la FIFA, en la que son llevados Carlos Salcido, Javier Hernández, Héctor Moreno, Giovani dos Santos, Francisco Javier Rodríguez y hasta Guillermo Ochoa, quien alcanza a colarse antes de que sea cerrada la puerta trasera.
Algunos aficionados que pasan por el lugar desean aprovechar el instante para cazar autógrafos. Les resulta imposible tenerlos. A los jugadores se les prohíbe detenerse, dado que va en contra de las disposiciones de la propia FIFA.
Todos los taxistas son remunerados en las puertas del Club Santos, donde los risueños futbolistas descienden, aún sorprendidos por lo sucedido.
Casi dos horas y media después, una vez finalizada la práctica del equipo mexicano, el autobús ya reparado por fin es encendido y logra ir por el Tricolor, que –ahora sí— vuelve completo a su hotel de concentración.