SEVILLA.— Seis futbolistas del Real Betis se le arremolinaron tras el silbatazo final. Querían una de las más legendarias camisetas de Lionel Messi, esa con la que, involuntariamente, también los metió en la historia.
Antonio Amaya, el primero que se la solicitó, fue elegido. Hasta para eso, La Pulga se sale del molde. Hechicero con coraza de futbolista, capaz de derribar añejas marcas, aunque siempre humilde.
Eso explicó el emotivo festejo, junto a Andrés Iniesta, después de marcar el tanto (26’) que le permitió llegar a 86, con el Barcelona y la selección de Argentina, durante el 2012. Los 85 firmados por el alemán Gerd Müller, hace cuatro décadas, ya son simple anécdota.
Once minutos le bastaron para resolver la principal interrogante en la visita de los culés. El adversario ofreció pelea, mas se quedó corto. Nueva victoria (2-1) del líder en la Liga española, el que sólo ha dejado escapar dos de las 45 unidades que ha disputado en la campaña. Se las arrancó el Real Madrid.
Todavía no alcanza la brillantez que presumió con Josep Guardiola, pero cuenta con ese diminuto paladín, siempre listo para rescatarlo... Y hacer más grande su leyenda.
Demostró que la lesión en la rodilla izquierda, sufrida el miércoles ante el Benfica, resultó una falsa alarma. Se quitó a tres adversarios, antes de superar al meta Adrián (15’). Copyright del argentino.
El segundo, el de la marca, también contó con ese sello tiqui-taca que enamora multitudes y desquicia contrarios. Gol demencial, sólo concebible en las mentes de Lionel e Iniesta, cuyo sutil toque valió todo.
Firmó dos anotaciones en un encuentro por quinta jornada consecutiva, muestra inequívoca de lo valioso que es para el Barcelona. Nunca había ganado en el estadio Benito Villamarín (tres cotejos). Otra barrera derribada con magia.
Virtud que seduce a todos, incluso rivales. Por eso, media docena deseaba su elástica, con la que pulverizó la marca del mítico Bombardero.