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Todos los días, en punto de las 6:30 de la mañana, inicia la jornada de la subcampeona olímpica Aída Román. Son de ocho a diez horas las que la arquera destina a su preparación con miras a dos exigentes objetivos: mantener a México en la élite de la disciplina y buscar una segunda medalla olímpica.
“Es una meta difícil y complicada pensar en un nuevo podio porque el nivel de mi deporte crece cada día, todas las generaciones que vienen detrás de nosotros quisieran estar en nuestro lugar y también representar a nuestro país”, dijo Román.
Pero la capitalina no se amilana. Pone todo su empeño en cada práctica para convertirse en una arquera mucho más completa y competitiva.
“He tenido muchos cambios en los últimos meses, tengo un nuevo arco, también he modificado aspectos de mi técnica y de las cuerdas. Es bien padre porque eso me permite conocer más sobre los accesorios con los que trabajo, sobre mi arco y lo que puedo dar”, explicó Aída.
Apoyada con su entrenadora Mi Jeong Lee, su preparador físico y fisoterapeuta, la seleccionada presume el prestigio que nuestro país tiene a nivel internacional.
“La gente fuera nos mira con respeto, con gran admiración pero también con ganas de ganarnos, somos el rival a vencer”, comentó.
El tiro con arco, agregó Román, no es un deporte de fuerza o velocidad por lo que hasta el rival más débil puede resultar muy peligroso.
“Puede suceder que el último en la clasificación te gane, uno como como atleta siempre quiere estar en el número uno pero no siempre se puede. Lo importante siempre es hacer nuestro mayor esfuerzo y estar contentos con el desempeño en las competencias”.
El siguiente objetivo de la medallista son los Juegos Panamericanos en Toronto, donde espera mejorar la medalla de bronce que obtuvo en la edición anterior en Guadalajara.
“Se puede llegar hasta donde uno quiera siempre y cuando cuente con apoyo necesario como el que da la familia. En mi caso mis papás me enseñaron a nunca dejar las cosas sin terminar aunque cueste trabajo conseguirlas, a nunca quedarme con las ganas de hacer algo”.
Apoyo incondicional
Es, el señor Enrique Román, un progenitor orgulloso. Como padre de la medallista olímpica, el otrora profesor de educación física relató el sinuoso camino que ha tenido que pasar su hija mientras no tuvo entrenadora.
“Ella se preparó sola mientras no tuvo quien la guiara, siempre le ha gustado representar a su país y ha sido muy aguerrida contra todo lo que se le presente. Por un tiempo peregrinó por todos lados buscando a una entrenadora e incluso viajó fuera del país. La Federación Mexicana hizo caso omiso a sus necesidades hasta que pudo contactar a su actual entrenadora. Desde que la conoció se notó la química y ella está feliz de tener a su lado a una persona tan profesional. Como padres estamos muy orgullosos de ella y siempre vamos a estar a su lado en las buenas y en las malas”, dijo don Enrique.