En crónicas pasadas apuntábamos que Miguel de Unamuno decía: “Si quieres defender la existencia del toro de lidia, aunque no seas aficionado, defiende las corridas de toros, porque sólo ellas evitarán su extinción”. Otro gran filósofo español, José Ortega y Gasset, en el epílogo del “Arte del toreo” reitera la idea y dice que el toro de lidia es una reliquia valiosísima y tan única que es casi inconcebible en los tiempos modernos. ¿Por qué no se ha extinguido?, se pregunta el filósofo, y responde: “Sólo es patente que en las últimas tres centurias, las fiestas nobles de toros, primero, y las corridas populares, después, han logrado su conservación”. Así, quienes atacan la fiesta en nombre del amor a los animales deberían tener presente que, sin esa fiesta, esta hermosa y singular especie zoológica, simple y sencillamente ya habría desparecido.
Joselito Adame, torerazo
Habíamos visto por televisión las singulares actuaciones de Joselito Adame en Madrid en las que, literalmente, puso al público de pie. A punto estuvo de abrir la puerta grande de la plaza de Las Ventas en un par de ocasiones, algo que no ha vuelto a suceder desde que Eloy Cavazos lo consiguió hace casi 30 años. Ayer, Joselito Adame nos demostró el por qué de esos triunfos y, quizá, hizo en su primer toro Nieves, una faena aún mejor que en aquellas ocasiones madrileñas. Desde sus verónicas iniciales y su media, magnífica, hizo saber que venía a por todas, a pesar de cojear notoriamente por una fractura que le produjo un toro hace poco más de un mes en Madrid. Cómo ha toreado de muleta Joselito. Los pases por alto iniciales, pegado a tablas, erguido como un chantecler. Vaya faena. Con un temple admirable –porque Joselito igual templa al toro español que al mexicano, tan distintos en su embestida— en sus derechazos y naturales. Hubo un trincherazo a pies juntos que nos hizo recordar, nada más y nada menos, a Paco Camino, quien lo daba en forma admirable. Faena plena de gracia, valiente y tan zaragartera que hizo enronquecer las gargantas. Además, muy bien armada en su dimensión y extensión. Nos remitió a aquel bello verso de Gerardo Diego sobre una gran faena:
La lidia toda, atada y previsora
Sabio ajedrez contra el funeste hado.
Qué juego de muñecas el de Aguascalientes, mientras las plantas de los pies se sembraban, estoicas, en la arena.
Pero lo mejor vino con la estocada recibiendo.
Antes de que el torero español Costillares, para resolver el problema de los toros aplomados que no acudían al cite del torero, se decidiera ir hasta ellos, en vez de esperarlos –la suerte de vuela pies y que derivó en el volapié—, se mataba a los toros recibiéndolos —y a aquellos torazos— esto es, obligándolos a que se arrancaran sobre el torero, que los esperaba para estoquearlos en cuanto humillaban, haciéndolo salir de la suerte con un movimiento fundamental –y dificilísimo— de la muleta, como un forzado de pecho con la zurda. Ahora, ya casi no se pratica, o se practica en ocasiones muy especiales, como la que nos tocó en suerte vivir ayer.
Pues Joselito Adame realizó ayer esta suerte, tan bella y olvidada, en forma admirable. Sólo por ella y por el faenón, merecía el rabo del toro, pero sólo recibió dos orejas. El rabo se lo negó el juez, mi pluma se lo otorga.
En su segundo, Adame estuvo bullidor, pero vasto y, por momentos, hasta falto de clase (es muy diferente ser un trabajador del toreo, como por ejemplo el Zotoluco, a un artífice, como lo fue Joselito en su primero). Que no se acorriente, por favor. ¡Y el juez, Chucho Morales, volvió a dar otras dos orejas! Cómo devaluó con esto su primera faena, magistral.
“El Payo”, muy bien
Después del faenón de Joselito era difícil alcanzar un listón tan alto. El Payo estuvo a punto de lograrlo en su primero, pero al final, el toro cambió de lidia y el torero se desdibujó. Regaló un toro –ay, los toros de regalo—, que era el octavo de la larga corrida y estuvo muy bien con él. Hay que ver con qué facilidad se pasa El Payo los toros por la espalda. Mató mejor y cortó dos orejas benévolas.
El Juli, a pesar de los detalles extraordinarios, no tuvo tela de dónde cortar y nos la quedó a deber.
Los toros de Fernando de la Mora bien presentados, bravos y nobles en general. En resumen, una corrida buenísima.
Joselito le brindó su primer toro –el del faenón— a Jorge Gutiérrez, quien estaba en el callejón, haciendo la crónica para televisión. Nos despertó la nostalgia. Jorge fue un torerazo que llenó una época al lado de David Silveti. Sólo como un detalle eventual, recordamos que Calesero nos dijo que, después de él, nadie ha realizado mejor la caleserina.