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Presos se ilusionan con visita rojiblanca

Presos se ilusionan con visita rojiblanca
12/02/2013 |06:16
Redacción Querétaro
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PUENTE GRANDE.— Las torres de vigilancia, con su imponente silencio, son la infranqueable frontera de un horizonte limitado. Estrictos filtros de seguridad dan acceso al Penal de Puente Grande. Los reclusos visten en beige. Sólo unos cuantos, los de mejor comportamiento, se encuentran a un costado del campo, para atender a los invitados. La mayoría se ubican detrás de la reja. Llenan el contorno de la cancha. Y cuando aparecen los rojiblancos, el grito estalla: “¡Chivas, Chivas!”.

Una cárcel no es el sitio habitual para un entrenamiento del Guadalajara. Pero la mañana de este lunes es distinta. El equipo está aquí para cumplir con un compromiso adquirido casi dos años atrás. El 19 de abril de 2011, de visita en el mismo Centro de Readaptación Social, el presidente del club, Jorge Vergara, prometió donar un terreno de juego.

El césped sintético de 197 mil dólares está ahí, colocado debidamente. El caucho se levanta al patear el esférico. Las porterías fueron hechas por los propios internos. Presentan detalles, pero son una réplica casi exacta de las que tiene el estadio Omnilife. Han puesto las manos a trabajar en la que ahora es su cancha, la sienten propia y el Rebaño Sagrado está aquí para inaugurarla oficialmente.

Después de obtener el fin de semana su primera victoria, el cuadro de Benjamín Galindo vuelve al trabajo con un entrenamiento ligero. Los titulares practican “torito”. Dos reclusos se acercan por el fondo del campo, pasan por detrás del arco y se integran al juego. La sonrisa en ese par está a punto de superar los límites del rostro. Los que están detrás de la reja, en cambio, los abuchean.

Son apenas unos instantes, pero los dos internos que patean el esférico junto a Marco Fabián o Rafael Márquez Lugo prueban esa indescifrable libertad que brinda la pelota… aun detrás de esos elevados muros custodiados por las infranqueables torres. Al despedirse, saludan de mano a cada futbolista. Viven un sueño. Los de afuera gritan “¡beso, beso!”. Los futbolistas ríen.

El nuevo campo es motivo de alegría en este lugar. El Penal de Puente Grande tiene una población de 5 mil 500 reclusos. El 65% de ellos tienen en el futbol su principal actividad recreativa. Hay 70 equipos organizados que compiten en la liga interna. Hay días que se disputan hasta 20 partidos en los dos terrenos de juego. Uno es de tierra. El otro, de césped sintético, acaba de ser donado por el Guadalajara.

Luis Carlos Nájera, secretario de seguridad del estado de Jalisco, acude para la firma del documento que certifica la donación. “Agradecemos a Chivas, el cumplimiento de la palabra entregada hace casi dos años, cuando estuvieron por acá entrenando en este complejo penitenciario. Esta cancha promoverá el deporte entre toda la gente privada de la libertad y sabemos que ayudará en la reinserción y la readaptación de los internos a la sociedad”, dice, bajo el toldo que le protege del inclemente sol de la mañana, a un costado del campo.

Dennis te Kloese, presidente deportivo del Guadalajara, se disculpa a nombre de Jorge Vergara y Angélica Fuentes, quienes no han podido acudir. “Estamos contentos de cumplir con la palabra entregada hace dos años. Es un momento importante para estas instalaciones, muchos nos dicen que están muy ilusionados de usar esta cancha y les agradezco mucho”, afirma el directivo holandés.

Tras el acto protocolario, las autoridades interrumpen la ligera práctica. Nájera saluda a cada uno de los futbolistas. Se toma una fotografía con el plantel completo. La cancha ha sido oficialmente inaugurada. No queda mucho más de entrenamiento. Los titulares apenas trotan alrededor del campo. Los suplentes hacen futbol en la mitad del terreno.

Enseguida, son los jugadores quienes acuden al toldo. Sentados, reparten autógrafos, regalan camisetas y balones. Los reclusos de mejor comportamiento son quienes ganan el derecho de acudir en busca de la firma. Hay, ocasionalmente, algún empujón por conseguir alguna de las playeras que se han terminado minutos antes.

Sobre una silla de ruedas, Elsberth Lázaro avanza con la ayuda de uno de sus compañeros. “Fírmamela, carnal”, le pide a Luis Michel. “¿Cómo vas?”, le responde el arquero al tiempo de tenderle la mano. “Ahí la llevo, estoy en mi rehabilitación”, dice el interno. Sonríe cuando muestra, orgulloso, su camiseta con la firma, después del corto diálogo con su ídolo.

El motivo de la visita obliga: no se puede inaugurar una cancha sin jugar en ella. El Maestro Benjamín Galindo se calza los botines. Esta vez sale del medio campo que lo vio brillar. Se ubica en la defensa central. El equipo formado por el cuerpo técnico y el staff del Rebaño Sagrado enfrenta al cuadro de los reclusos, vestidos de negro y azul.

Los goles se festejan. Así debe ser. Detrás de esos enormes muros y las imponentes torres, la autonomía se pierde. Pero sobre la nueva cancha, todos son iguales. Es una nueva demostración de la mágica libertad que brinda la pelota.

El deporte cumple una función social que va mucho más allá del simple espectáculo que se aprecia en un estadio o a través del televisor. En el Rebaño Sagrado así lo han entendido. La visita a Puente Grande, para donar un campo de futbol, deja invaluable enseñanza al plantel.

“Me parece que es importante la labor que trata de hacer Chivas con la sociedad”, señala Rafael Márquez Lugo.