Un día después de la Navidad de 2013, Juan Manuel Herrero fue nombrado presidente de las Chivas del Guadalajara.
Jugador profesional de poca fama en los 70, pero reconocido docente por la Universidad Nacional Autónoma de México y la Vrije Universiteit de Bruselas, Bélgica, además de servidor público, salió de la nada y por pura amistad se volvió en el hombre fuerte en el futbol de Jorge Vergara, dueño del Rebaño.
En el club ya estaba Juan Francisco Palencia como director deportivo, y que fungía como el poder detrás del trono del holandés Denis te Klose, presidente del Guadalajara en esos momentos y de malos recuerdos para el club.
Meses después, sin que lo pidiera Herrero, llegó Rafael Puente del Río como director operativo.
El destino los pone frente a frente de nueva cuenta, ahora como rivales en la dirección técnica de Pumas y Lobos BUAP, respectivamente, que hoy se verán las caras en CU.
En cuanto Puente del Río llegó al Rebaño, Herrero simplemente se convirtió en “muñeco decorativo”, las decisiones comenzaron a tomarse en los mandos medios.
El camino deportivo de Chivas fue de tumbos. Inició al mando de José Luis Real, gente de casa a quien se le dio una puñalada trapera para la llegada de Ricardo La Volpe.
Apenas cuatro fechas duró el argentino en el cargo. Vino el caso de la podóloga y el Bigotón salió por la puerta de atrás. Llegó Carlos Bustos por imposición de Puente, y semanas después, Palencia dijo adiós.
Juan Francisco dijo: “He presentado mi renuncia; en las cuestiones deportivas hubo diferentes puntos de vista”.
Puente había ganado y aceleró la limpia en el club, despidió a gente con amplia trayectoria y trajo como “cerebro” en las fuerzas básicas al español Albert Benaiges, descubridor de Andrés Iniesta.
Los malos resultados de Bustos aceleraron su salida. Ambos fracasados como directivos, hoy como técnicos esperan enterrar ese paso por el chiverío… que poco bueno les dejó.