Las drogas son como maleza en la naturaleza del boxeo. Muchas veces brotan con las grandes cantidades de dinero y sólo se marchan cuando la vida del peleador o su patrimonio se extinguen.

En esencia eso sucede con los boxeadores, pero en Alfonso Zamora la condición fue diferente, al punto de reconocer que sin el boxeo, el mexicano —medallista olímpico y campeón mundial— hoy estaría muerto.

Zamora fue reconocido ayer por el Consejo Mundial de Boxeo como uno de los mejores pugilistas tricolores de la historia.

Desde los 8 años de edad, en la Unidad Habitacional Tlatelolco, donde vivía, Alfonso comenzó a robar y drogarse. Sus excesos lo arrojaron un par de ocasiones en el reformatorio.

“Yo viví en las drogas y en el pandillerismo desde los 8 años. Me junté con narcos y estuve en muy malos pasos, yo sin el boxeo estaría muerto”, declaró Zamora, medallista de plata en los Juegos Olímpicos de Munich 1972.

Señaló que aunque existen películas sobre Tlatelolco, nadie retrató lo que se podía sufrir a finales de los años 60 dentro de la unidad.

“Lo que se vivía ahí era crudo. Difícil, porque personas de todos lados llegaron a poblar y marcar territorio a como diera lugar”.

Precisamente un vecino del edificio en donde vivía le recomendó a su padre que lo llevara a un gimnasio para que canalizara su violencia en un cuadrilátero.

“Mi papá era taxista y su primer cliente era Ernesto Gallardo, quien vivía en nuestro edificio y lo llevaba al Jordán. Gallardo fue el que le dijo que me llevara al gimnasio”, confesó.

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