La cloaca se destapó. El olor fétido de la corrupción fue despedido desde lo más alto de la cúpula de la FIFA, que encabezaba Joseph Blatter. Su imperio se desmoronó.
Lo que eran leyendas urbanas acerca de acuerdos obscuros en el organismo rector del futbol mundial se convirtieron en procesos judiciales y aprehensiones.
En dos redadas —una el 27 de mayo y la otra el 3 de diciembre— fueron detenidos nueve altos mandos de la organización, a petición de la justicia estadounidense que les acusó de organización mafiosa, fraude masivo y ‘lavado’ de dinero.
Jeffrey Webb, Eduardo Li, Julio Rocha, Costas Takkas, Eugenio Figueredo, Rafael Esquivel, José María Marín, José María Napout y Alfredo Hawit, fueron los hombres atrapados por la policía.
“Los pagos ilegales de dádivas y sobornos se convirtieron en una forma de hacer negocios en FIFA”, dijo el director del FBI, James Comey.
Los cimientos de la FIFA se cimbraron a sólo dos días de la elección de presidente, en la que el helvético Blatter buscaba reelegirse para tener su quinto mandato.
Logró ganar la votación el 29 de mayo, pero renunció el 2 de junio “por no tener el apoyo de todo el mundo del futbol”. Anunció elecciones extraordinarias para elegir a su sucesor, pactadas para el 26 de febrero de 2016.
Además, terminó imputado por la fiscalía suiza ante sospechas de gestión desleal y abuso de confianza. Ese órgano de justicia reprocha a Blatter “un pago desleal” de poco más de 2 millones de dólares al presidente de la UEFA, el galo Michel Platini.
Tanto el suizo como el francés terminaron suspendidos por el Comité de Ética de FIFA. Caso dramático para Platini, pues le impedirá llegar al trono del futbol al negarle el derecho a ser candidato ante el escándalo.
El gobierno de 17 años de Blatter dejó ingresos por casi 12 mil millones de dólares. El europeo también presumió llevar el primer Mundial a África, además una fuerte comercialización, sobre todo en derechos de televisión, que dejó las arcas llenas de dinero a la institución.
Pero las manchas de corrupción y las dudas que dejaron las asignaciones de Rusia y Qatar para recibir los Mundiales en 2018 y 2002, respectivamente, fueron indelebles.
Tanto así, que hasta los patrocinadores principales de la FIFA ejercieron presión —como nunca antes había sucedido— para limpiar la imagen de la institución rectora del balompié internacional.
“Hay una cultura profunda de intimidación y prácticas inapropiadas en los dirigentes del futbol”, denuncia Bonita Mersiades, activista de la organización New FIFA Now e informante del Reporte García, donde se investigó el proceso de adjudicación de las sedes de las próximas dos Copas del Mundo.
“Declaramos nuestra determinación de erradicar la corrupción y para llevar a los malhechores ante la justicia. Y nos comprometimos a trabajar con nuestros socios en todo el mundo para captar a otros conspiradores e individuos responsables de la corrupción”, indicó la fiscal general de Estados Unidos, Loretta Lynch, cabeza de la investigación en contra de la FIFA.
Hasta ahora, ocho ex funcionarios detenidos se han declarado culpables, el aroma fétido que invadió al futbol mundial en 2015.