Devotamente, con el fervor de quien espera un milagro, de quien espera lo imposible, de aquellos que no pierden la fe y la esperanza ante la adversidad, así fue llegando poco a poco la afición queretana al Corregidora para ver a sus Gallos Blancos.
En un inicio, poca gente arribaba, aunque el congestionamiento en Bernardo Quintana se notaba desde una hora antes del partido.
Los puestos de gorditas de ‘maíz quebrao’ volvieron a su lugar, junto con los vendedores de papitas, dulces y cigarros, así como los infaltables vendedores de camisetas y banderas, aunque ahora en menor número.
La playera más socorrida sigue siendo la del número 49, Ronaldinho, ausente mientras se recupera de la gripe que lo aqueja y se pone en forma física tras no estar en la pretemporada.
Faltando 10 minutos para el inicio del encuentro el estadio aún lucía una entrada de regular a mala. Los que sí hacían ruido y estaban fieles a sus colores eran los integrantes de la Resistencia Albiazul, cuyo tambores sonaban desde antes, preámbulo de los 90 minutos que les esperaban de porras y gritos, esperando que uno de esos, al menos fuera de gol.
Los aficionados se encontraron con una nueva disposición de seguridad: no se pueden ingresar cigarros, refrescos y botellas de agua al inmueble, aunque al interior del estadio sí se venden estos productos y a precios muy por encima de su costo habitual, pues una cajetilla de cigarros, que normalmente cuesta 45 pesos, se comercia en 75 al interior.
“Todo sea por pagar los sueldos y recuperar la inversión que hicieron”, comentó un joven molesto porque le quitaron sus cigarrillos.
Las alineaciones se daban y aún la afición llegaba de a poco a las gradas, que no lucían como en juegos anteriores, tal vez porque ‘Dinho’ no participaría.
Comenzaba el partido y los cánticos de los fieles comenzaron a sonar en el estadio. El balón ya rodaba en La Corregidora, con la ilusión de los fieles albos que espera que esta temporada sea de ensueño y no de pesadilla, que el equipo se cubra de gloria y le dé satisfacciones a una hinchada que cada 15 días se hace presente, a pesar de las desilusiones y los sufrimientos.