Empate a un gol que le duele al Guadalajara, que añoraba que la goleada del fin de semana pasado a Pachuca (3-1) fuera el comienzo del renacimiento, no... Con el empate en su casa ante unos pobres felinos, el paso hacia adelante se convirtió en dos para atrás. La clasificación empieza a ser utopía para el campeón vigente.

Porque Chivas fue superior de principio a fin, tanto que se convirtió en un monstruo de vanidad que consintió al rival, que se fue arriba en el marcador, pero al final vino la reacción de los de Almeyda. Les alcanzó sólo para empatar, alargar la hegemonía de no perder ante los universitarios y ya, porque un punto es muy poco para lograr una posible vuelta y entrar a la Liguilla.

Pasaron 35 años y hay que sumar uno más. Pumas no gana en Guadalajara a las Chivas, pero el punto que saca es como una victoria ahora que está reducido a equipo “chico”, que juega a no ganar, por más insultante que sea.

Equipo chico. Lástima daban los Pumas al arrastrar toda su historia y tradición, al saltar a la cancha del estadio Chivas con actitud de equipo chico, de cuadro timorato, jugando a no perder, como equipo vulgar. Chivas, en cambio, salió a adueñarse del juego.

Velocidad, circulación y dinámica, las armas que antes eran marca registrada de los universitarios se volvieron de los tapatíos, que con el transcurso del tiempo y viendo lo frágil del rival, pasaron de ser dominadores a soberbios.

Sí, al Guadalajara le pegó la vanidad. Demasiado toque y filigrana hizo que poco a poco Pumas leyera el juego y aprendiera de lo que estaba dejando de hacer.

Hasta el minuto 30 fue que Pumas pasó de media cancha. Con Abraham González como “táctico” y Mauro Formica como delantero, poco había hecho. Apenas un tiro de esquina.

Pero sólo eso bastó. Vino el centro y el remate que cayó suavemente a las manos de Rodolfo Cota, quien lo vio tan fácil que lo hizo difícil. Malabareó el esférico, lo dejó suelto para que Gerardo Alcoba, reaparecido en el torneo, con una barrida anotara.

Herido en el orgullo, Almeyda mandó a sus huestes a matar o morir. El segundo tiempo tuvo un solo guión: atacar a la portería de Pumas y el bombardeó comenzó. Por la derecha, por la izquierda. Vinieron los cambios y el gol.

El joven Jesús Godínez no tenía ni cinco minutos de haber ingresado cuando desde fuera del área sacó un potente disparo que dejó parado a Saldívar. Egea respondió haciendo cambios que más que ayudar, perjudicaron a su equipo.

Treinta y cinco años y los que faltan. Pumas no gana en Guadalajara a las Chivas, aunque el punto es como un triunfo para estos felinos sin prosapia.

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