PUEBLA.— Ciento veinte segundos de verdadera furia bastaron para rescatar una pequeña dosis de orgullo. Sólo durante el par de minutos que estuvo en desventaja, el Guadalajara mostró su mejor versión.

Le alcanzó para salir vivo del estadio Cuauhtémoc, donde no pierde desde hace cuatro años y medio (una victoria y tres igualadas). Nuevo empate (1-1) que confirmó la gris realidad de las Chivas en el Clausura 2013: suma cinco juegos sin perder, aunque sólo ganó uno.

El resto han sido actuaciones con más dudas que certezas, como la de ayer. Eso explicó el sufrimiento de Benjamín Galindo en la zona técnica. Preso de las limitaciones del equipo que dirige, El Maestro se quedó sin voz de tanto gritar. Esfuerzo inútil. Fue como si sólo le hubieran hecho caso durante los minutos que siguieron a la anotación de Félix Borja (52’).

Furibundas, las Chivas se lanzaron en pos de mancillar la portería defendida por su ex compañero Hugo Hernández. Les bastó un preciso servicio de Miguel Ponce, combinado con la picardía de Marco Fabián.

El chico que convierte en monstruo de tres cabezas la sociedad formada por Miguel Sabah y Rafael Márquez Lugo aprovechó la lentitud de Jaime Durán. Júbilo colectivo. Se confirmó que el Puebla sólo fue local administrativo.

Relampagueante acción que robó una sonrisa a Galindo. El problema es que se detenía con alfileres, esos que el Rebaño Sagrado desprendió con su anemia ofensiva.

La dupla de goleadores que hace soñar al pueblo rojiblanco fue derrotada por la potencia física de Jonathan Lacerda y Segundo Castillo.

Par de gigantes que sólo se rindieron ante la inventiva de Fabián, a quien Hernández le hurtó el traje de héroe con aquella desviada en el primer tiempo.

Su contraparte también marcó diferencia. Luis Michel quedó desarmado en aquella cátedra de velocidad impartida por Borja, mas salvó el punto con el lance que le permitió atajar un ensayo de Isaac Romo, el otro canterano rojiblanco en la alineación de Manuel Lapuente.

La estampa le valió para incomodar al goleador ecuatoriano de La Franja, quien dejó ir los tres puntos cerca del ocaso. Enésimo susto para el meta jalisciense, quien —molesto— se quitó los guantes tras el silbatazo final de Ricardo Arellano.

Muestra inequívoca de la frustración que invadió a uno de los pilares del Guadalajara, ese conjunto que mantiene legítimas aspiraciones de clasificar a la Liguilla, pero se debe a las criticadas bondades del sistema de competencia. Su futbol es opaco, con pequeños destellos en la cancha.

El más intenso volvió a alcanzarle para salvar parte del orgullo herido por otra gris actuación. En 120 segundos de auténtica furia, el Guadalajara demostró que puede hacerle daño a cualquiera. El problema es que sus futbolistas parecen genéticamente asociados con el dolor, ese que les provocó la locomotora de ébano rival.

Las Chivas se fueron contrariadas al vestuario; los Camoteros, pese a todo, con la seguridad que otorga estar entre los primeros seis lugares de la clasificación.

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