Al final del partido, una voz inocente gritaba el aleluya en el Olímpico de CU: “¡Papá, ganaron los Pumas!”, decía sonriente un niño, ataviado con su playera auriazul.

Y sí, Universidad por fin venció en casa, ante su gente, algo que en la Liga no conseguía desde el 11 de noviembre del año pasado. Ayer lo hizo ante Morelia, por la mínima, al estilo “como sea” y con un Chispazo.

Un tiro rabioso, lleno de furia, de venganza por parte de Efraín Velarde (65’) sirvió para que los felinos derrotaran a un Morelia sin vida, preocupado por irse con el empate a cero y con más ganas de que llegara el minuto 90, que ímpetu por llevarse los tres puntos de una aduana que había sido porosa.

El lateral zurdo auriazul pasó de la villanía de hace 15 días al heroismo ante sus seguidores. Un gol de distancia tuvo que recorrer para cambiarse la pesada etiqueta.

Contra Santos, en la jornada 5, erró un penalti con un tiro que tardó una eternidad en llegar a las manos atajadoras de Oswaldo Sánchez. Esa pifia provócó que los Pumas se fueran abucheados por su público y con una losa a cuestas por no hacer pesar la localía.

Esta vez fue diferente. La cara opuesta. El Chispa no tuvo piedad de Federico Vilar. En cuanto observó que Martín Bravo le dejaba la pelota en movimiento, justa para ser empalmada a placer, se decidió a ejecutar un disparo

Anidado en las redes, con el eco del gol en las gradas universitarias, Velarde corrió iracundo, se tomó los genitales, agitó después el puño y se sacó todo el rencor que tenía adentro por negarle el triunfo a su club dos semanas atrás.

Ese gesto “sexual” del Chispafestejo fue polémico, quizá hasta un poco grotesco. Pero Efraín se liberó de culpa momentos más tarde. No era una señal de reproche hacia alguien, dijo.

“El único mensaje es que en este equipo se pone ‘eso’ para ganar, ¡un momento de euforia!”, justificó el zaguero zurdo a través de su Twitter.

Los futbolistas universitarios que corrieron a celebrar con Velarde poca atención le pusieron a lo que sucedió en ese instante de “emoción” . Se les vio tranquilos y hasta con cierta alegría por los tres puntos ganados.

En su desfile hacia el camión auriazul al término del partido, las sonrisas, el caminar pausado denotó satisfacción en los Pumas.

Los felinos abandonaron el estadio en parejitas, charlaban de sus impresiones del juego, con vitalidad y hasta algunas risas. Les resultó vital la victoria ante los michoacanos.

Por eso, la música electrónica de Juan Pablo Rodríguez, las bromas de Marco Palacios a Javier Cortés y los vítores hacia Martín Bravo a su salida.

El más contento era el niño que le anunciaba a su papá el aleluya. Estaba extasiado, porque sus Pumas por fin ganaron ante su mirada y en casa. Tal vez se había cansado de abuchear a su equipo cada vez que era local.

Google News

TEMAS RELACIONADOS