Así ha sido la historia del Atlante, de altibajos. Se sufre y se llora con él, pero también lo amas y te hace gritar de alegría.
“Son 97 años de una gran historia, que va de lo grotesco a lo sublime, de jugar excelentemente bien y ser campeón, a tener algunos partidos vergonzosos, como los hubo en este torneo”, dice su presidente ejecutivo, José Antonio García, en charla con EL UNIVERSAL, al cumplirse hoy otro aniversario del nacimiento del llamado “equipo del pueblo”.
Con todo y lo controvertido que puede ser, no se puede entender el atlantismo sin Toño García, amado y criticado desde que adquirió a los Potros de Hierro, en junio de 1987. Es el mismo que se estremece cuando la gente lo abraza en la calle, pero también se enfurece al ver los reproches a través del Twitter, donde mide el sentir del pueblo azulgrana.
Hoy por hoy, no tiene mucho qué celebrar. “No es el mejor momento del Atlante, pero la buena noticia para los atlantistas, en este 97 aniversario, es que en este ciclo, ya se alejó el problema del descenso, que no es ningún orgullo, pero es una situación que estaba palpable y que se evitó”, comparte, aún sin reponerse del riesgo de trombosis que superó, como parte de los males que rodearon al Potro.
Mas ahora que reaparece, luego de su problema de salud, José Antonio inicia el viaje en el histórico pasaje que data de 1916, cuando los hermanos Refugio y Trinidad Martínez fundaron al Atlante en las calles de la Condesa. Y luego aterriza cuando él, en 1987, se hizo de los Potros, al ganarle la compra al entonces presidente de la Federación Mexicana de Futbol, Rafael del Castillo, por 150 millones de pesos.
Desde entonces, García ha estado tentado de escribir un libro, empalagado de esos contrastes. Como aquel descenso, en 1989-90.
“Recuerdo muy bien a ese equipo, con Zelada, Vinicio Bravo, Harlem Medina, Paco Uribe, Carlos Alberto Seixas, González China, Paco Ramírez, era un equipazo en toda la extensión de la palabra y al final se va al descenso. Tardé 15 días en salir de mi casa. Estaba de luto”, relata García.
Ese día, tenía una conferencia y en el camino a la misma le impactó lo que decía un columnista: “José Antonio García no se cansó hasta mandar al Atlante a Segunda División”.
“Entonces pensé: ‘Si tuviera 70 años, a lo mejor renuncio, ¿qué voy a decir?’. Y esa crítica, esa columna, me picó la cresta, me envalentonó y al llegar al estadio dije: ‘El Atlante va a subir al siguiente año a Primera División y después lo voy a hacer campeón’. Ese fue mi reto. A los dos días, la columna de este amigo pone: ‘José Antonio se volvió loco. Esperemos que no se vaya a Tercera y lo desaparezca’. Se me quedó grabado”.
Sí, en Segunda pasó las de Caín. “En Tepic te aventaban agua de riñón; en otros estadios, hasta piedras; te subías en un camión y venías hasta con gallinas. ‘¿Esto es Segunda?’, me preguntaba. Un día, en el estadio Azulgrana, una señora me jaló la corbata: ‘Usted mandó al equipo a Segunda’. ‘Mi meta es regresarlo, le respondí’. Me acomodé el cuello y gracias a Dios subimos, después de tres partidos cardiacos con Pachuca, con 22 penaltis. Al final, en el vestidor, hice una promesa, delante de los jugadores y mi padre: ‘Nunca más en Segunda División’. Promesa que me recordó Félix Fernández, hace dos semanas, en su Twitter’”.
¿Cómo olvidar ese partido contra el Barcelona, en el Mundial de Clubes, al que vencían 1-0 en el Mundial, con todo y Messi?
“Estaba su presidente Joan Laporta, Joseph Blatter, Jack Warner, Chuck Blazer, jeques árabes... todo mundo. Mete el gol Rojitas y yo lo grito... Todo mundo en silencio sepulcral. Ellos se preguntaban, bueno, ¿y este cabrón de dónde salió, quién es? ‘Sí, cabrones, gol del Atlante...’”. Ya después perdimos 3-1, pero el orgullo estaba ahí, intacto, porque este equipo suele ser así: salta de lo sublime a lo ridículo.