Desde abril, Cruz Azul es otro.

¿Dónde está ese equipo frío, sin alma, endeble en defensa y raquítico en ataque que hizo que el estadio Azul se le volteara y que pedía la salida del técnico Guillermo Vázquez?

Simplemente dejó de existir.

¿Qué le pasó? El sólo ganar la Copa fue el remedio para transformarlo en una verdadera Máquina?

—¿Qué le dio Memo Vázquez a este Cruz Azul?

“Nada, yo no le di nada”, dice el técnico cementero.

Su marca al frente de Cruz Azul desde ese mes es de siete juegos ganados y un perdido. Ha marcado 22 goles y sólo ha recibido cinco.

Toda una revolución.

—¿Qué les diste Memo? Se le vuelve a preguntar.

“Nada, sólo se han ido dando las cosas, mejoramos poco a poco como equipo e individualmente”.

En el inicio de torneo, todo le pasó a Cruz Azul: lesiones, bajas de juego, errores y hasta indisciplina en el campo con expulsiones.

“Ahora todo es diferente. Hemos levantado cada uno el nivel, no hay lesionados, o por lo menos poco, ya no hay tarjetas, en fin. Todos hemos cooperado y trabajado en equipo. Nos hemos ayudado entre todos y aquí están los resultados”.

—¿Y tu mérito…? ¿Qué les diste Memo?, se le insiste otra vez.

“Mi porcentaje en esto es poco, el mérito es de ellos, los jugadores, totalmente”, asegura.

Vázquez es humilde en la victoria y también inteligente, pues no ensalza el trabajo de un jugador en lo particular, todos trabajan por todos.

Así, Vázquez se queda con su secreto. No dirá qué le hizo a este Cruz Azul; no dirá que pasó para que La Máquina actúe como tal y al fin dejara de ser ese equipo mezquino, frío, sin alma, frágil a la defensa y raquítico a la ofensiva en el inicio del torneo.

Hoy, ese equipo dejó de existir, hoy es una verdadera Máquina.

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