Guadalajara.— La inspiración es caprichosa. Aparece cuando quiere. Sin buscarla. Pero cuando invade a alguien, logra cosas increíbles. Es capaz de escribir en las poco accesibles páginas de la historia. Es capaz, sobre todo, de fabricar felicidad. Y cuando se trata de futbol, la algarabía de unos, necesariamente, es la tristeza de otros.
Marco Fabián ha llegado a la cancha del estadio Jalisco tras un pleito verbal, durante los días previos, con el técnico del Atlas, Tomás Boy, quien lo acusó de escupirle durante el partido de ida (0-0, en el Omnilife). ¿A qué clase de llamado responde la inspiración? Nadie lo sabe. En el caso del rojiblanco, parece que ese problema con el “Jefe” le ha movido el orgullo para sacar lo mejor.
Es un clásico tapatío. Y esta vez, responde a las expectativas, a diferencia del disputado el jueves pasado. Minuto cuatro. Raúl López, joven revelación del Rebaño Sagrado, levanta la mirada por el costado derecho. Su servicio es cortado por el zaguero argentino Walter Kannemann. El rechace es malo. Al centro. Pésimo.
Ahí justo aparece Marco Fabián. Mide el viaje. Prepara la pierna derecha. Fogonazo. Al ángulo. Imposible para Federico Vilar. El Jalisco explota. Y el futbolista celebra sobre la línea de banda, bailando frente a Tomás Boy. Un “escupitajo” al orgullo del ‘Jefe’.
Pero Atlas reacciona de inmediato. No deja que el golpe anímico lo derrumbe. El tiro libre, por el costado izquierdo, se cobra en corto hacia el centro. Juan Carlos Medina controla. Nadie le sale al paso. Tiempo y espacio. Derechazo del ‘Negrito’. Al ángulo. Golazo de los Zorros. El 1-1, al 6’.
Rodrigo Millar se “duerme” en medio campo. Jorge Enríquez roba. Toca para Marco Fabián. Conduce sin marca. Ningún defensor le aprieta. Fuera del área, echa un vistazo. Decisión veloz: disparo enorme de pierna derecha. La bola se cuelga del ángulo. Fantástico gol del Guadalajara, al 16’. El segundo del número 33.
Tomás Boy se hunde en la desesperación. Su primera modificación es al minuto 28. Saca a Luis Gerardo Venegas y se pelea con él cuando llega a la banca. Ha perdido el control de su grupo. Ha perdido, desde ahí, la eliminatoria. El ‘Jefe’ parece tener las horas contadas como técnico rojinegro.
La modificación poco arregla en el costado izquierdo de la zaga rojinegra. Esa era la intención, pero no se cumple. Raúl López viene en plan grande. Otra vez el ‘Deditos’ por esa banda. Desborde y servicio raso, con la intención de encontrar a Marco Fabián, que controla.
Fabián se acomoda entre dos defensores. Hace un recorte dentro del área, le queda la bola en la pierna izquierda. Patea de primera intención. Al poste más alejado. A donde jamás llegaría Vilar. Las redes se estremecen. Tercer gol de Marco al 38’. Actuación inolvidable.
Segunda parte. Guadalajara dicta sentencia. Es amo en la que durante 50 años fue su casa. Otra vez Raúl López. Incontenible. Desde su lado derecho levanta un nuevo servicio.
En el corazón del área, la defensa del Atlas, que acaba de ver salir a su líder Kannemann en un cambio que nadie entiende, está desordenada. Omar Bravo salta más que nadie. Conecta con la cabeza. Coloca la redonda en el ángulo. Deja parado a Vilar. Gol de Chivas. El 4-1 definitivo, al 53’.
La cerveza vuela. Los desconocidos se abrazan. Es la fiesta del futbol. Tiene sólo dos tonos: rojo y blanco.
Violencia mancha el partido. La frustración es algo complicado de manejar. Dos minutos después del gol, un aficionado supera la seguridad para ingresar al césped. Corre para encarar a los jugadores del Atlas. Es un seguidor rojinegro que, con señas muy claras, pide “huevos” a sus futbolistas. Tardan en detenerlo. Difunde mal ejemplo.
Enseguida se desata el descontrol. Barristas del Atlas enloquecen. Burlan a los vigilantes con facilidad. Invaden el terreno de juego. Luis Michel es el primero en correr. Le siguen los demás futbolistas. Decenas de inadaptados corren por el césped. Uno de ellos encara a Tomás Boy. Venegas lo defiende.
La policía no es suficiente. Los jugadores huyen del campo. Se refugian en sus bancas. La calma no llega. Los uniformados logran contener el punto de fuga, en la cabecera norte. Ahí, comienza el enfrentamiento, mientras son detenidos quienes ya están en el campo.
Hay toletazos sin parar. Los barristas tiran patadas. Ya no pueden ingresar al rectángulo verde. Pero sostienen un enfrentamiento durante varios minutos. Hay incertidumbre. Cuando al fin se controla la situación, no se sabe si el partido continuará. Los técnicos hablan con el cuerpo arbitral.
Se decide reanudar, 18 minutos después de iniciado el incidente. El tiempo transcurre sin que se modifique el marcador. La inspiración de Marco Fabián ha conducido al Rebaño Sagrado a las semifinales.