Especial para EL UNIVERSAL

La familia del delantero coahuilense, Oribe Peralta, se reunió en su casa del ejido La Partida, en Torreón, para ver el juego mundialista entre México y Brasil que terminó con un emocionante empate a cero goles.

Ataviado con su playera naranja mexicana y una gorra roja de los Filis de Filadelfia, don Miguel Ángel Peralta, padre de Oribe, dejó a un lado por un momento sus labores en el Simas Rural, para sentarse en el sofá de su casa y mirar el juego, como si fuera el único en el sitio. Julieta Morones, madre de Oribe, vestida con una playera blanca que llevaba el rostro de su hijo al frente y en los dorsales el nombre: Oribe Peralta y el número 19.

Los 15 integrantes de la familia, entre tíos, sobrinos y primos, llegaron a la casa de los Peralta, donde miraron, atados a los asientos y desde una pequeña sala, cómo el equipo mexicano se entregó y le dio una férrea pelea al equipo anfitrión.

“Es muy reñido. Muy difícil. No le llega mucho balón arriba”, dijo la señora Julieta. Brasil llegaba a marco mexicano y la familia empezaba a sufrir. Don Miguel se tomaba la gorra y se acariciaba el cabello. Sonreía de nervios, pero no hablaba. Cuando México llegaba parecía que se levantaban del asiento y querían dar un brinco de furor, pero su grito de gol se ahogaba en un pequeño salto.

“No es fácil llegar a un Mundial y mi hijo lo está haciendo. Me siento muy orgulloso, muy feliz por él. Sacrificó mucho, pero siempre luchó por hacerse de un lugar”, comentó el padre Miguel Ángel.

La tensión crecía por el empate a cero cuando el técnico Miguel Herrera decidió sacar de la cancha a Oribe Peralta por el Chicharito Hernández. “No me gusta que saquen a Oribe”, se quejó la mamá pero el padre fue más cauto: “El técnico tiene sus razones y Oribe respeta”.

Al final, el partido terminó en un inquietante empate sin goles, motivo suficiente para que la familia se levantara del sofá y aplaudiera con una gran sonrisa que les supo a victoria.

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