Los jugadores de Cruz Azul festejan como si hubieran conseguido un título. El estadio estalla como si hubiera acabado la maldición de 20 años sin campeonato.
Y la realidad es que apenas se ha cumplido con el trámite. Cruz Azul, después de tres años y seis torneos, vuelve a la Liguila.
Pero con sufrimiento.
En Cruz Azul no saben hacer las cosas de otra forma. Han pasado 63 minutos de partido, y en el estadio Azul se desprende el aroma a fracaso.
La superioridad de La Máquina sobre el Veracruz ha sido más que manifiesta. Desde el silbatazo inicial, los azules, conscientes de sus necesidades, se fueron como kamikazes al ataque en busca de la victoria que le diera la ansiada Liguilla, que desde hace seis torneos se niega. Los Tiburones, a lo suyo, a nadar en aguas turbias, a no dejar jugar y menos aspirar a ganar. Sólo vinieron a hacer la maldad.
Y como Cruz Azul no se ayuda mucho.
Primer tiempo de un solo lado. Con tiros detenidos por la defensa o por Melitón Hernández, ese portero lleno de fe pero también de dudas a la hora de atajar.
El panorama parece despejarse cuando Pellerano arrolla a Mora. Penalti que Óscar Macías marca sin dudar. Ya todos en el Azul saborean el triunfo, la clasificación. Pero no…
Francisco Silva, el infalible desde los once pasos se para muy seguro frente al manchón… Todos cantan gol, pero se quedan callados cuando se escucha es el sonido hueco del poste que niega la gloria. Los fantasmas del fracaso aparecen en el estadio ¿cuándo se fueron? todos los ven, los sienten, los respiran.
Termina la primera parte y la desesperación cementera aumenta, los reclamos al central Macías también, al permitir el juego rudo de los jarochos. Son seis torneos sin Liguilla, y se asoma el séptimo.
Paco Jémez sale como rayo para la segunda parte. Le apura encontrar un desenlace a su historia de amor y odio con el pueblo cementero, que parece que se alargará un poco más. Su equipo no reacciona. Édgar Méndez desborda, pero el centro no llega a Felipe Mora; Ángel Mena promete, pero a la hora directa no cumple. No hay quién asegure el gol.
La gente pide al Chaco, pero Christian Giménez ve el juego como piedra desde un palco.
Gabriel Peñalba se atreve, mas sus dos disparos los detiene Melitón. Jémez no aguanta más y manda su resto: entran Cauteruccio y Martín Rodríguez, es todo lo que le queda; su sistema sólo da para un acto de valentía.
Hasta que se presentó. Rodríguez manda el balón al área, poblada por las torres jarochas. Todos van sobre Peñalba y dejan solo a Mora, quien se levanta y conecta con la cabeza el gol más importante para Cruz Azul, en el semestre. El estadio estalla. Triunfo transitorio, pero que vale una Liguilla.
Pero en Cruz Azul nada sabe si no se sufre. Veracruz se va al frente, Murillo tira cruzado y Jesús Corona salva con un manotazo gigantesco.
Se agregan tres minutos. Veracruz está con diez por la expulsión de Lucas Rodríguez, pero aún así pone nerviosos a los cementeros.
Dos… Viene un centro cortado por Roco… Uno… Corona corta un centro. Cero… Cruz Azul vuelve a la Liguilla. El equipo y el estadio festeja como si fuera un título. Y la realidad es que apenas han cumplido con una pequeña misión.