RECIFE.— Al extremo del sufrimiento y muy a la “italiana”, la selección azzurra clasificó a semifinales de la Copa Confederaciones, luego de vencer 4-3 a Japón en la agonía y tras encarar un duelo de volteretas contra los nipones en la Arena Pernambuco.
Pese a ofrecer una gran actuación, Japón quedó fuera del certamen al igual que México, que previo a este duelo había caído 2-0 a manos del favorito Brasil.
De esta suerte, los asiáticos disputarán —el próximo sábado— el honor contra los mexicanos, dado que el duelo será de trámite, en su último partido de este certamen internacional.
En el primer tiempo, el cuadro nipón fue muy superior al italiano y en gran parte del segundo tiempo también, pero tuvo despistes costosos que le costaron la derrota, ante un cuadro europeo que con muy poco alzó las manos.
Con el partido empatado a tres goles y luego de desperdiciar oportunidades vitales, Japón fue liquidado por Sebastian Giovinco, quien sobre el minuto 86 anotó el 4-3 definitivo.
“Ha sido un esfuerzo de locos”, pretextó el seleccionador italiano, Cesare Prandelli, quien culpó al clima del cansancio de sus jugadores. “Bajamos demasiado las líneas, pero no para defender, sino porque no teníamos gasolina”.
Prandelli introdujo dos cambios respecto del triunfo ante México. Christian Maggio suplió a Ignazio Abate, en el costado derecho de la zaga, y Alberto Aquilani suplió a Claudio Marchisio, quien tuvo un mal rendimiento el domingo pasado en Río.
En el minuto 20, una mala cesión de Mattia de Sciglio provocó que Buffon derribara a Shinji Okazaki. El penalti lo empujó Honda. La torcida adoptó a Japón, que amplió su ventaja al 33’, gracias a un zurdazo de Kagawa.
Sin embargo, de la nada, Andrea Pirlo catapultó a De Rossi, en un córner que cortó distancias al minuto 41. Y en el inicio del complemento, Italia dio la voltereta: primero gracias a un autogol de Atsuto Uchida (49’) y luego por un discutido penalti que convirtió Mario Balotelli (52’).
Una vez más empujó Japón y al 69’ empató, gracias a un cabezazo de Okazaki. El equipo asiático tuvo entonces a Italia en un puño, pero falló y, muy a la italiana, Giovinco acabó con el sueño nipón.