La Copa Oro es un camino plagado de espinas, que al menor error provocan malestares, que a veces son mortales para los técnicos del Tri, pero Juan Carlos Osorio —al menos anoche— se mantuvo como un sobreviviente.

Su Selección, por la mínima diferencia, eliminó a Honduras y se instaló en semifinales para enfrentar a Jamaica, en Pasadena, el domingo. México, con el mando del entrenador colombiano, ganó con poco y avanzó gracias a las carencias de los equipos de la Concacaf.

Primera vez que el “Amo de las Rotaciones” supera una ronda de eliminación directa, tras dos intentos fallidos (Copa América Centenario vs. Chile y Copa Confederaciones vs. Alemania).

Alivio tempranero.

¿Cuánto sufrimiento ahorró el gol —a los cuatro minutos— de Rodolfo Pizarro? Incalculable. Esa anotación permitió la serenidad en el Tri. Honduras, comenzó a repartir patadas y codazos más rápido de lo habitual.

Jugada en la que Orbelín Pineda retrasó el balón a Jesús Dueñas, cuyo tiro-centro llegó a los botines del volante del Guadalajara, quien definió con tranquilidad.

Osorio alineó, pese a lo imposible de predecir a sus elegidos partido con partido, a un 11 coherente para sus estándares. Eso sí, siguió con su afán de habilitar a Edson Álvarez, defensa central en el América, como lateral derecho.

Y México no se vio mal.

El impulso de la anotación de vestuario le ayudó. Aplomo y control de la pelota, al menos en los primeros 30 minutos de partido.

La debilidad del rival quedó al desnudo. Nada a la ofensiva. Son mucho más punzantes las conferencias de prensa de su estratega, Jorge Luis Pinto.

Ahí, el seleccionador de los catrachos suele despotricar contra los organizadores de la Copa Oro y prevé complots. Verborrea que en la cancha carece de sustento. Honduras sólo fue un fantasma incapaz de generar peligro. Por algo se fue de la competencia sin gol en cuatro partidos jugados.

México, sin mayor espectáculo o funcionamiento luminoso, cumplió con su cometido. Circuló la pelota, mantuvo un orden defensivo y ni siquiera tuvo manera de equivocarse. Los balonazos contrarios resultaron apagados por los zagueros tricolores, quienes siempre tuvieron la ventaja numérica.

Pero el combinado de Osorio suele encontrar la manera de sufrir. Anoche no fue la excepción. La pelota parada, única arma hondureña, obligó a Jesús Corona a evitar el empate. Un tiro libre de Romell Quioto salió desviado y a contrapié del meta de Cruz Azul, quien alcanzó a rechazar. Un profundo suspiro salió de la banca mexicana.

Honduras intimidó por momentos a México.

Un tiro de esquina de Alex López amenazó con convertirse en gol olímpico, pero Corona evitó el daño.

Los centroamericanos apagaron su ímpetu en el juego muy pronto para intercambiarlo por empujones y reclamos hacia los silbantes en turno.

Los números indican que México tiene tres victorias y un empate en la Copa Oro. Cosecha que aún es poca. En la zona, debería ganar, gustar y hasta golear. Todavía está lejos de encontrar las dos últimas.

La victoria le sirve a Osorio para obtener un poco de credibilidad en su proceso. Por eso, abrazó efusivamente a Decio de María, presidente de la FMF, tras el silbatazo final. Sin embargo, la fanaticada no quiere al seleccionador por lo que se ve en la cancha: victorias raquíticas.

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