El martes pasado, Alejandro Díaz se encontraba durmiendo. Quería descansar en el hotel de concentración, antes del partido de América ante Cruz Azul, pero sintió un fuerte movimiento que lo despertó: el terremoto de 7.1 grados en la escala de Richter, que devastó la Ciudad de México, Morelos y Puebla.

En el seno azulcrema —narra el joven delantero— se sintió miedo, “porque lo que menos esperas es un temblor”.

De inmediato, se apresuró para ponerse a salvo, junto con el resto de sus compañeros. El angustiante sonido de la alarma sísmica lo acompañó.

Díaz se encontraba en un octavo piso.

“Estábamos en el hotel de concentración, porque teníamos el partido contra Cruz Azul [octavos de final de Copa MX]. Yo estaba en el piso ocho, bajamos por las escaleras de emergencia, nos quedamos afuera del hotel a la espera de instrucciones”, revela aún nervioso en entrevista con EL UNIVERSAL.

“Nunca te esperas algo así y, ante el movimiento, me bajé lo más rápido que se pudo”, expresa el Wero.

El wifi nunca se “cayó”. El hotel donde se hospeda el América, en Periférico Sur, suele tener las máximas comodidades para los jugadores y eso ayudó a que los futbolistas pudieran establecer comunicación son sus familias.

“Gracias a Dios, utilicé el internet del hotel y me contestaron rápido, afortunadamente”, recuerda Díaz.

Como era obvio, los entrenamientos del América se suspendieron ante el impacto del sismo. Díaz, junto con Edson Álvarez pusieron un centro de acópio en Tlanepantla, Estado de México. El dueño del club, Emilio Azcárraga. acudió al Parque Ecológico Xochimilco a entregar víveres.

“Ser futbolistas, figuras públicas o no, yo creo que eso queda en un segundo plano, lo que importa es la parte humana, ayudar a los mexicanos, a la gente que realmente lo necesita, es lo que estamos intentando”, aplaudió el ariete.

“Estamos agradecidos con la gente, han venido muchos, se recolectaron bastantes cosas, [para] brindárselo a la gente”, agrega con espírtu solidario.

Durante la mañana, ambos jugadores del América se dedicaron a cargar los víveres que servirán para paliar un poco el dolor de la gente que quedó damnificada tras el terremoto.

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