TOLUCA.— Nueva sinfonía en tono azul profundo. Recital ofrecido por un grupo de concertistas que han decidido abandonar el anonimato y reclamar el sitio que sus antecesores ganaron con base en exhibiciones tan armoniosas como la de ayer.

Futbol que embelesa, cortesía del dulce presente cruzazulino, ese que cambió tras los éxitos en el torneo de Copa. Tercera victoria consecutiva de La Máquina, suficiente para saltar hasta el sexto lugar de la clasificación y colocarse en el umbral de la Liguilla.

El 2-0 que reflejó el marcador electrónico del estadio Nemesio Díez fue la recompensa para un equipo que pisó el acelerador desde el silbatazo inicial de Fernando Guerrero. Con Christian Giménez y Pablo Barrera como principales solistas, los Cementeros tardaron unos cuantos minutos en envolver al Toluca, gracias a sus melodiosos toques.

Ya con Belcebú adormilado, vino el clímax, las verdaderas notas altas que provocaron el delirio de los miles de seguidores celestes que tomaron La Bombonera.

El Chaco aceleró los corazones con sangre azul gracias al zapatazo que fue desviado por Marvin Cabrera (19’). Minutos antes, Alfredo Talavera presumió su plasticidad con aquella inverosímil atajada a un remate de Mariano Pavone, pero el infortunio lo dejó desarmado en la primera anotación visitante.

Sólido mazazo a unos Diablos Rojos que ya lucían desconcertados. Inyección anímica hacia el conjunto que hoy sólo necesita de pequeñas dosis de suerte para remasterizarse. El resto siempre lo ha tenido, aunque pocas veces le sirve.

Ayer sí. El guardameta de los mexiquenses evitó que la diferencia fuera mayor, lo que explicó los innumerables insultos a Enrique Meza, quien sólo atinó a observar el derrumbe del actual subcampeón.

Estampa que se ha vuelto común cuando escarlatas y celestes se encuentran en el lienzo verde. El Toluca suma 594 minutos sin marcarle al Cruz Azul. No le gana desde hace tres años y medio.

Hegemonía alargada con precisión en las dos áreas, porque las pocas llegadas locales fueron resueltas por José de Jesús Corona. El sofocante calor, eterno aliado del demonio, fundió antes a los hombres del Ojitos.

Giménez y Barrera también padecieron, pero antes decidieron el partido. Auténticos diablos con vestido azul, alas de un equipo tan veloz como ordenado.

Luis Amaranto Perea también sobresale. Líder de ese grupo de kamikazes disfrazados de zagueros, el central colombiano volvió a humedecer sus labios con el elixir del gol. Antes de llegar a La Máquina, jamás había hecho uno, en más de 350 partidos jugados a nivel de clubes. El seco cabezazo con el que superó a Talavera fue su segundo durante el Clausura 2013.

Irrefutable prueba de que estos concertistas se han despojado de los miedos que les apresaban. Jamás habían hilado tres victorias con Vázquez como entrenador. No lo conseguían desde el Apertura 2010... Bajo las órdenes de Meza.

Nueva sinfonía en tono azul profundo. Armonioso mensaje de un grupo de concertistas desdeñados hasta hace unas semanas que ahora sueñan con colgar sus nombres en la marquesina.

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