MARRAKECH, Marruecos.— Apenas sonrió cuando el Rey Mohamed VI y Joseph Blatter, presidente de la Federación Internacional de Futbol Asociado (FIFA), le felicitaban por su nueva conquista.

Es la tercera vez que Josep Guardiola gana el Mundial de Clubes, pero el de ayer fue agridulce. Su Bayern Munich cumplió las expectativas y derrotó al sorprendente Raja Casablanca (2-0). El problema es que estuvo lejos de la belleza que irradiaba el Barcelona del exigente timonel catalán.

Thiago Alcántara, ese genio de bolsillo que Pep importó de España, sentenció la final cuando faltaba más de una hora por jugarse (22’).

El chico formado en la inagotable cantera blaugrana aprovechó el enésimo desborde de David Alaba, austriaco que —nominalmente— se desempeña como lateral izquierdo. En la práctica, es un extremo.

La anotación del volante se unió a la firmada por Dante en los albores del duelo (7’). Los marroquíes plantaron cara al mejor club del planeta, aunque sin el suficiente control emocional para no caer en la batalla de los sentimientos.

Quedó demostrado con la desatención de Chemseddine Chtibi y Zakaria El Hachimi, cuyos pies fueron congelados por el nerviosismo y dejaron en posición legal al central brasileño de los bávaros. El resto, un fusilamiento.

Mazazo anímico del que los anfitriones tardaron en recuperarse. Cuando empezaban a mostrar signos de recuperación, Alaba y Thiago los noquearon con una electrizante combinación.

El título tenía dueño. El script elaborado por Guardiola indicaba que era momento de deleitar pupilas, no así el de sus futbolistas.

Hasta Franck Ribéry deambuló sobre el lienzo verde del estadio Marrakech. Thomas Müller, habilitado como eje del ataque, dejó de generar espacios para las llegadas de Toni Kroos y Xherdan Shaqiri.

Eso explica que Guardiola pasara de la tranquilidad al enojo y finalizara resignado. Observó los últimos 20 minutos sentado, con los brazos cruzados y la mandíbula apretada.

Sus hombres resolvieron pronto la final del Mundial de Clubes, mas acusaron falta de instinto depredador. Falla imperdonable para un auténtico perfeccionista.

El guardameta Manuel Neuer se esmeró en otorgar dramatismo al choque. Mohamed Oulhaj y Mohsine Moutaouali desperdiciaron claras opciones, ante la desesperación del entrenador Faouzi Benzarti.

Miles de gritos de gol quedaron ahogados en un pueblo que prefirió disfrutar el encuentro durante la segunda mitad, más allá del resultado. Lo único que deseaba era una anotación, esa que el capitán Moutaouali tuvo en sus pies después de aquel rebote de Neuer.

Simple ficción que molestó a Guardiola. El Bayern Munich cerró un 2013 soñado. Monarca de la Champions League, Bundesliga, Supercopa de Europa, Copa alemana y Mundial de Clubes. Ganó casi todo lo que jugó, pero a su entrenador no le agradó el rostro de ayer.

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