La Habana, Cuba.— Cuando Kevin Kiermaier se deslizó en el plato para anotar la primera carrera del juego, el presidente Barack Obama hizo con los brazos la señal de ‘safe’. Luego, se volteó hacia su izquierda y estrechó la mano del espectador que estaba sentado a su lado, nada menos que su homólogo cubano Raúl Castro.

La escena representó un hito en la diplomacia deportiva, en momentos en que los dos presidentes tratan de dejar atrás más de 50 años de enemistad por la Guerra Fría. Durante ese lapso, tal vez lo único en que coincidieron ambos países fue en su amor por el beisbol.

En el partido, cargado con ribetes simbólicos, los Rays de Tampa Bay derrotaron 4-1 a la selección cubana. Fue la primera visita de un equipo profesional de Estados Unidos a la isla desde 1999.

James Loney disparó un jonrón y produjo tres carreras, mientras que Matt Moore y los lanzadores de Tampa Bay maniataron a los cubanos, hasta que Rudy Reyes conectó un jonrón en el noveno inning para el triunfo de los Rays sobre un combativo equipo cubano.

Los anfitriones, que antes del encuentro dijeron que para ellos no era una exhibición, comenzaron con imparables espalda con espalda de Yordan Manduley y Yosvani Alarcón ante el zurdo Moore, quien no se intimidó por las condiciones, mantuvo la calma en la loma y logró apagar la amenaza.

Con dos outs en la parte alta de la segunda entrada, Kevin Kiermayer empalmó un doblete ante el abridor cubano Yosvani Torres. Desmon Jennings recibió la base por bolas y James Loney conectó un sencillo para poner las cosas 1-0.

Loney no había terminado de hacer daño y en la alta de la cuarta sacó la pelota del parque con un hombre en los senderos para ampliar la ventaja de los visitantes 3-0.

Los Rays agregaron otra carrera en la séptima antes que Reyes rompiera el cero cubano.

Moore lanzó seis entradas completas para ganar el juego. Permitió seis hits, sin carreras y recetó tres ponches. Perdió Yosvani Torres.

Pero el juego no será recordado por el resultado, sino por la imagen de los dos mandatarios sentados en la primera fila del estadio Latinoamericano, el último lugar al que acudió Obama durante su visita a Cuba, en un intento por allanar el camino hacia la normalización de las relaciones bilaterales.

El público que prácticamente había llenado el estadio desde tres horas antes del inicio rugió cuando Obama y Castro ingresaron al estadio para luego dirigirse a sus asientos detrás del plato. “¡Raul! ¡Raúl!”, coreó la gente.

Rara vez tanta pompa y circunstancia rodeó un mero partido de exhibición. Los astros retirados Derek Jeter y Dave Winfield, así como el comisionado de las Grandes Ligas, Rob Manfred, se encontraban entre los presentes. El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, también estaba en la tribuna de invitados especiales, al igual que varios de los principales dignatarios del gobierno cubano.

Antes del primer lanzamiento, los jugadores de los Rays caminaron desde su caseta para saludar a la primera dama, Michelle Obama, y a su hija Sasha. Les entregaron flores y banderitas cubanas, que colaron a través de la malla protectora.

“Gracias a ustedes”, dijo el presidente, vestido con una camisa blanca y gafas de sol. Castro optó por un atuendo más formal.

Un club de las Grandes Ligas no disputaba un partido de Cuba desde la visita de los Orioles de Baltimore, hace 17 años, en el mismo parque y también en pretemporada.

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