daniel.blumrosen@eluniversal.com.mx
TOLUCA.— Bebió más agua durante los 60 segundos posteriores al zapatazo de Isaac Brizuela (88’) que durante el resto del partido. José Luis Real se acabó dos botellitas. No era para menos, su equipo necesitaba perfección para salir con vida del “infierno”, pero se equivocó cuando estaba en el umbral de la puerta.
La boca del técnico del Guadalajara quedó seca, al igual que sus recursos ante un genuino peso completo. Segundo revés en el Clausura 2014 (0-1), ambos contra los equipos que marcan la pauta dentro de la Liga.
Con la plasticidad del meta Antonio Rodríguez y el orden defensivo como armas, Chivas desquició a Belcebú… Hasta que el futbol volvió a demostrar que los seres sobrenaturales también requieren de una pizca de suerte.
Toluca apeló a su amuleto, ese Conejito que dinamita áreas contrarias, impulsado por el deseo de trasladar su picardía a canchas brasileñas durante el verano. Real no aprendió. El bombazo que desató el éxtasis en el estadio Nemesio Díez fue la cuarta acción peligrosa generada por Brizuela en un lapso no mayor a 10 minutos, en el que Édgar Solís sudó sangre.
Gerardo Rodríguez, el lateral izquierdo que llegó del Toluca para reforzar al Rebaño, jugó su mejor partido desde casa. El Tepa comprobó que es un futbolista promedio, muy poco, si el objetivo es neutralizar a un chico que vive en estado de gracia.
La inercia positiva creada por las victorias sobre Puebla y Querétaro fue hecha añicos en una fracción de segundo, la que tardaron Jair Pereira y Patricio Araujo en llegar para tratar de impedir la anotación. Golpe de realidad a un equipo que ha mejorado, mas no tanto como para derribar a un titán.
““El rendimiento fue bueno y, sin dejar de reconocer la calidad de los jugadores que nos faltan [Rodríguez y Aldo de Nigris], ese no fue el problema hoy [ayer]. Tuvimos un descuido muy grande al final…”, afirmó El Güero.
Justo cuando el demonio salió del hipnotismo en el que cayó, debido al somnoliento juego de una presa disfrazada de contrincante. El albo uniforme de Alfredo Talavera permaneció inmaculado después del silbatazo final de Miguel Ángel Flores. Chivas se presentó en el averno con el propósito de no ser devorado. Lo fue, cuando ya planeaba la huida.
Aquel cabezazo de Enríquez fue la única acción que aceleró el ritmo cardiaco del portero mexiquense. El Chatón se plantó sin marca en el centro del área local. Falló en la técnica de golpeo, mientras su entrenador resopló. Había planteado el juego para tener una o dos opciones de gol… Se le acababa de escapar la única.
“[Igualar] era bueno. Hubiera sido mejor ganar. Si recuerdan las oportunidades que tuvieron uno y otro equipo, podemos ver con más claridad cómo se dio el partido. Jugamos como lo planteamos, de acuerdo con nuestras características”, admitió Real.
Guadalajara intentó, pero el genio escarlata, al que la multitud le arrebató el diminutivo al corear “Conejo, Conejo”, se lo impidió con un obús inatajable para Rodríguez, quien tardó segundos en reincorporarse.