SOCHI.— Un oso de tamaño colosal dejó escurrir una lágrima al momento de apagar el fuego olímpico. Un sentimiento general de los rusos al cerrar sus Juegos Olímpicos invernales de Sochi 2014. Pero así también con la alegría de haber obtenidos dos oros para afianzarse en la punta del medallero.
Y también hubo tiempo para el sarcasmo, al repetir intencionalmente un error cometido durante la ceremonia de inauguración.
En el Estadio Fisht, el grupo de 700 bailarines, ataviados con trajes de color plateado, recreó el fallo de la gala de inauguración hace dos semanas, cuando uno de los cinco anillos olímpicos no se pudo encender durante una secuencia de pirotecnia. Ayer, de manera intencional, los artistas se demoraron en completar la formación del quinto anillo, provocando risas entre los presentes.
Con el presidente ruso Vladimir Putin observando, el último acto de en Sochi comenzó con un despliegue de fuegos artificiales.
Los rusos se autoevaluarán con buenas notas, cumpliendo con el objetivo de su mandatario de haberle mostrado al mundo la pujanza del país, lo mucho que ha avanzado tras el desplome del comunismo hace dos décadas.
Obviamente, los detractores de Putin seguirán insistiendo en que Rusia continúa retrocediendo en cuanto a los derechos humanos, con una marcada intolerancia hacia los homosexuales.
Pero nadie puede cuestionar la espectacularidad de los estadios, las imponentes vistas de los picos en la cordillera del Cáucaso y que las justas transcurrieron durante 17 días sin incidentes mayores.
A Rusia esta fiesta le costó una monumental factura de 51 mil millones de dólares, cifra que superó los 40 mil millones que China desembolsó para la cita de verano en Beijing 2008.
Los rusos extinguieron el evento con un distintivo y melancólico momento. Un oso gigante —de casi ocho metros o 26 pies de altura— apagó la llama olímpica con un soplido, tras lo cual derramó una lágrima de su ojo izquierdo.