Rostov.— La inocencia de Hyun-Soo Jang fue el mejor regalo para Juan Carlos Osorio, en su partido 50 como entrenador de la Selección Nacional. Una mano en el área, bien marcada por el árbitro serbio Milorad Mazic, y un penalti correctamente ejecutado por Carlos Vela, fueron suficientes para que el representativo mexicano adquiriera seguridad sobre el campo de la espectacular Arena Rostov.
Fue la anotación que abrió el camino a la victoria (1-2), esa que ha puesto a los dirigidos por el colombiano en el umbral de la clasificación a octavos de final, ronda en la que el Tricolor ha estado de manera ininterrumpida desde Estados Unidos 1994, aunque la dramática victoria de Alemania sobre Suecia (2-1) obliga a los mexicanos a no perder el miércoles, contra Suecia.
Ese tanto de Vela no fue todo. Sin ofrecer su mejor versión, los del Tricolor encontraron (67’) otra celebración: el gol 50 de Javier Hernández con la Selección y su cuarto en Mundiales, igualando a Luis Hernández como los máximos anotadores en Copas del Mundo para México, con cuatro cada uno.
Además, el Chicharito se unió al grupo de jugadores nacionales que han marcado en tres ediciones distintas del magno evento. Se unió a Cuauhtémoc Blanco (1998, 2002 y 2010), y a Rafael Márquez (2006, 2010 y 2014).
Tarde inolvidable en Rostov, porque no solamente quedó clara la adoración a Hirving Lozano con cánticos en los que se mencionó su nombre. Nació una peculiar muestra de apoyo a ese entrenador que fue severamente cuestionado: “¡El profe Osorio, el profe Osorio!” retumbó en el estadio, ante la algarabía de los más de 40 mil mexicanos que llegaron. Hoy, el colombiano está perdonado y es idolatrado.
Sólo una auténtica tragedia evitará que la Selección esté en octavos por séptima vez consecutiva. Si clasifica como líder, jugará el martes 3 de julio en San Petersburgo; si es segundo, su duelo será un día antes, en Samara.
Esta vez no hubo rotaciones, solamente un cambio de jugador: Édson Álvarez por Hugo Ayala, así que Juan Carlos Osorio respetó a los titulares, los que se ganaron a pulso jugar todo el Mundial por lo realizado contra Alemania.
Por eso, el equipo se sentía confiado. Los futbolistas sabían dónde estaba cada uno y qué debían hacer. Después de tantos partidos, por fin llegó una alineación congruente con la jerarquía de los futbolistas.
Los coreanos, quienes juegan su décima Copa (novena consecutiva), parecen detenidos en el tiempo. No han mejorado; al contrario, lucen como un equipo en franca decadencia, que en 36 años ininterrumpidos sigue en el mismo sitio.
Otro día redondo en Rusia. Tres puntos más, cerca de la siguiente fase y, como si no fuera un tema menor, no se escuchó ni una vez el grito “¡Eeeh pu...!”, comportamiento ejemplar, digno de los verdaderos aficionados mexicanos.