La modesta victoria de Pumas sobre los Tuzos del Pachuca (1-0) terminó por enemistar a los técnicos Juan Francisco Palencia y al uruguayo Diego Alonso, en una tarde donde los egos se declararon la guerra.
Euforia y abucheos poco comunes de fecha uno. Hostilidad de Palencia y Alonso que contrastó con su saludo y apretón de manos previo al pitazo inicial.
Pero, desesperados por el accionar de sus escuadras, ambos estrategas compartieron miradas retadoras y no dudaron en protagonizar un caluroso pleito verbal, mientras el balón rodaba ante la vista de 27 mil aficionados en el césped del estadio Olímpico Universitario.
“Todo se queda en la cancha, cosas que pasan y se quedan ahí”, dijo el charrúa por confrontar a su homólogo, quien evadió el tema.
De igual modo, una batalla se libraba por el dominio del propio vestidor puma. Con la partida del central paraguayo Darío Verón, la vacante de líder férreo y moral quedó libre, aunque no por mucho tiempo, ya que las intenciones del chileno Nicolás Castillo están ahí, atizadas por la poca efectividad del Pachuca, debido a las ausencias de Selección y a la lenta adaptación de fichajes.
Y son goles como el que le propinó a Óscar Pérez, de tiro libre a los 30 minutos, que le dan argumentos a Nico. El delantero regaña por servicio fallido y aplaude los pases bien intencionados a los que no logra llegar. Sus compañeros, Abraham González y Néstor Calderón, entre señas se disculpan a la distancia.
En un palco, aún en proceso de adaptación, el exótico fichaje de los Tuzos, el japonés Keisuke Honda se robaba otro tipo de reflectores, el de sus compatriotas nipones que se hicieron notar en las inmediaciones de Ciudad Universitaria, sólo para ver al procedente del AC Milan.
Al final de cuentas, la lucha por acaparar el espíritu universitario se alimentó de nueva cuenta de la ilusión que provocan tanto Palencia y Castillo, en apenas el primer capítulo del Apertura 2017.