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Su mirada es transparente, su pasado deportivo histórico y su personalidad impactantes. Y es que, aunque la vida de Greg Louganis ha sido todo menos sencilla, el ex clavadista estadounidense la encara con optimismo y una agenda llena de proyectos.
“Me siento muy contento, porque de alguna forma me mantengo relacionado con los clavados. He tenido mucha suerte de poder compartir mis conocimientos con las nuevas generaciones y espero seguirlo haciendo por mucho tiempo más”, dijo el cinco veces medallista olímpico.
Convertido ahora en juez de competencias internacionales y con 54 años de edad, Louganis disfruta de encarar nuevos retos cada día. En 2012 aceptó la responsabilidad de ser el capitán del equipo estadounidense en los Juegos Olímpicos de Londres. Un año después, fue convocado como jurado en el reality show llamado Splash. También escribió dos libros Rompiendo la superficie y Por la vida de tu perro. Además se realizó una película basada en su historia.
“Disfruto cada día y las oportunidades que se me dan de participar en nuevos proyectos. Me gusta aprender y es lo que he hecho durante los últimos años, incluso he participado en algunas producciones de teatro”, relató.
Al ex clavadista le encanta México. Ha visitado el Distrito Federal, Acapulco y Yucatán, donde a mediados de mes se llevó a cabo la final de la Serie Mundial de Clavados de altura.
Al abrir el baúl de los recuerdos rememora sus batallas con los competidores de nuestro país.
“Recuerdo muy bien mis enfrentamientos con clavadistas mexicanos, a Carlos Girón me lo topé muchas veces en competencias internacionales y era realmente muy bueno”, contó.
Cómo olvidar aquellos Juegos Olímpicos en Seúl 1988, cuando se golpeó la cabeza durante un salto y regresó con la cabeza vendada para llevarse la medalla de oro.
“Oh sí, esa vez fue justo [Jesús] Mena quien me salvó después del accidente, fue el primero en auxiliarme”.
A Greg le cuesta trabajo explicar qué le hizo uno de los mejores en la década de los 80. En cambio, no titubea al mencionar a los pilares que sustentaron su carrera y lo acompañaron en los momentos más complicados de su trayectoria.
“Mi madre fue mi mejor apoyo, porque consiguió que cualquier sitio pareciera mejor simplemente, porque yo estaba allí. También me ayudó mucho mi entrenador Ron O’Brien, quien me entendía muy bien”.
Los clavados tienen que evolucionar, dice Greg, es por eso que disfruta mucho la idea de ser juez en las competencias de saltos de altura.
“Es genial, muy excitante esta nueva modalidad que ya está incluida en los Campeonatos y Copas del Mundo. Hay que darles un reconocimiento a quienes la practican, porque no hay muchas plataformas de 27 metros y estoy seguro de que pronto podrían estar incluidos en los Juegos Olímpicos”.
Sobre el mexicano Jonathan Paredes, Louganis elogió el rápido crecimiento que ha tenido y la medalla de bronce que obtuvo en el Campeonato Mundial realizado el año pasado en Barcelona, España.
“Lo vi por primera vez hace un par de años en Canadá y me parece que es un chico con mucho talento que puede llegar muy lejos. Está cerca de igualar los pasos de consagrados clavadistas como el colombiano Orlando Duque y Gary Hunt. Estoy seguro que aún tiene mucho futuro”.
Un sinuoso camino. La vida de Greg Louganis ha sido un camino en el que ha hallado barreras y dificultades y también algunos excesos. Desde pequeño su vida fue complicada, ya que sus padres de origen samoano y sueco decidieron dejarlo en un orfanato, donde lo adoptó un matrimonio estadounidense de origen griego.
Su infancia estuvo marcada por los abusos de su padre, el racismo por su tostado color de piel, sus problemas de asma y la dislexia. Por estas razones Greg buscó refugio en adicciones como las drogas y el alcohol.
Su destino cambió en 1971, Sammy Lee, antiguo campeón olímpico, lo descubrió en una competencia en Colorado y decidió entrenarlo. Los frutos no tardaron en llegar y pronto, Greg se convirtió en uno de los mejores.