Zippo tomó su maleta. Le dio un beso a su madre, a su hermana, a su abuela, un abrazo a sus tíos... y a todos les dijo: “Pronto me van a ir a ver jugar allá”, en México, en el estadio Azul. “Es una promesa”.

Y Sergio Nápoles, alias El Zippo, espera cumplirla, el pequeño niño, quien a sus dos años perdió a su padre, desea que el grueso de su familia lo vea jugar en un equipo grande, como lo es Cruz Azul, en el Distrito Federal, donde comenzó su historia.

“Les dije, les prometí que en cuanto pudiera, los iba a traer a verme jugar aquí”, recalca, y es que su familia ha tenido mucho que ver en su formación, no sólo como jugador de Primera División, sino también como un buen ser humano.

Y la historia cuenta lo siguuiente: Los padres de Sergio Nápoles se conocieron en la ciudad de México, pero decidieron vivir en Cancún, donde tuvieron dos hijos, su lugar de residencia, su hogar.

Mas el destino es a veces cruel y cuando el pequeño Sergio tenía apenas dos años, su papá falleció.

“Sí, mi padre murió cuando yo apenas era un bebé. Mi mundo han sido mis abuelos, mis primos, mi hermana, mis tíos, a todos les debo mucho”, reconoce el zurdo de La Máquina azul.

Esa deuda, claro, es grande, sobretodo con su señora madre, “que la hizo de papá y mamá al mismo tiempo. No ha sido fácil para mi mamá. Gracias a ella estoy donde estoy, gracias a ella, mis sueños se han cumplido”.

Sueños que empezaron pateando una pelota en las playas de Cancún, sueños que se hicieron cada vez más grandes cuando los tíos se dieron cuenta que El Zippo... “no jugaba tan mal”; sueños que casi se frustran cuando “me vine a México para estar con los Pumas, por un año, pero no pasó nada. Regresé a Cancún, luego me fui a los Loros de Colima otros años y después en Cancún, con Atlante, El Profe [José Guadalupe] Cruz, me dio la oportunidad”.

Oportunidad que no desaprovechó, se comenzó a mostrar y en el juego de Liga entre azulgranas y cementeros, Memo Vázquez, técnico de La Máquina se le acercó y le dijo: “Te estamos observando”. Todo esto se conformó el día del Draft, cuando Miguel Couchonal, presidente del Atlante, lo llamó y le anunció: “Es probable que Cruz Azul te compre”. No pasaron minutos, cuando se anunció: “Sergio Nápoles, adquirido por Cruz Azul”.

“Me siento contento, feliz por haber firmado y debutado en un equipo como este. Ahora quiero devolverle la confianza que el profe Memo me ha dado. Un cambio de aires siempre es bueno. Pienso crecer y triunfar. Cruz Azul es una gran vitrina”.

Debutó como lateral en el juego del pasado sábado ante Rayados, “pero lo mío es estar un poco más adelante, en la media cancha, y si se necesita, puedo estar atrás del delantero, como 9 y medio, pero por jugar hago lo que sea”, aseguró.

Mas las cosas han cambiado para el futbolista de apenas 23 años, porque de ser un total desconocido, ahora la prensa está sobre él. “Estoy consciente de eso. Sé que a partir de ahora, la prensa estará encima, para bien, como para mal... espero que sea más para bien, pero lo principal es mi trabajo, no dejar nunca de ser profesional y buen ser humano”.

Un buen ser humano como su madre le enseñó a ser, como su padre hubiera querido que fuera, un ser humano que cumple sus promesas... “en cuanto pueda, los voy a traer para acá, para que me vean jugar”.

Y pronto lo hará, porque los hombres cumplen sus promesas y más, los que se sienten en deuda.

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